5:13 pm - jueves abril 19, 2525

Las Mujeres en el Islam y en la Tradición Judeo- Cristiana

Por Sharif Mohammed

Prefacio

El Dr. Sharif Mohammed, un eminente pensador y escritor con antecedentes académicos en ingeniería eléctrica, es activo predicador y difusor del Islam y ha escrito largamente acerca de temas islámicos y problemas sociales y políticos contemporáneos que afectan a la humanidad en su conjunto.

Actualmente reside en Kingston, Ontario, Canadá. El Dr. Sharif dice en la Introducción (p. 4): “…mi preocupación es, principalmente, la posición de las mujeres en las tres religiones como aparecen en las fuentes originales, no como en la práctica de sus millones de seguidores en el mundo actual. Por lo tanto, la mayoría de la evidencia citada proviene del Corán, los dichos del Profeta Muhammad, la Biblia, el Talmud y los dichos de algunos de los más influyentes Padres de la Iglesia, cuyos puntos de vista han contribuido inmensamente a definir y moldear la cristiandad. Este interés en las fuentes se relaciona con el hecho el entendimiento de determinada religión por las actitudes y el comportamiento de algunos de sus seguidores nominales es errado. Muchas personas confunden cultura con religión, muchas otras no saben lo que dicen sus libros religiosos y a otros más ni siquiera les interesa.”

Este folleto se dirige a un tema oportuno relativo al estatus de las mujeres como está documentado en las tres religiones abrahámicas. El estatus de las mujeres en las fes reveladas definido por, entre otras cosas, derechos, privilegios y responsabilidades, es quizá uno de los temas menos entendidos, más distorsionados pero aún así más hablados, con respecto a las mujeres –especialmente los mitos que rodean a la posición de las mujeres islámicas. El folleto está bien documentado con fuentes de información extraídas y adecuadamente referenciadas de los libros santos de los judíos, cristianos y musulmanes y otras literaturas.

Estoy sumamente impresionado por la lógica y elocuencia expresadas en el estilo del Dr. Sharif Mohammed. Mientras que los artículos acerca de las mujeres del Dr. Jamal Badawi dan un concepto general de la posición de las mujeres en el Islam, el de Sharif es un análisis comparativo de los puntos de vista de las religiones abrahámicas sobre una amplia gama de temas que atañen a las mujeres. El folleto de Sherif expone especialmente la hipocresía y la doble moral delas que se sirven para usar, equivocadamente, al Islam de chivo expiatorio.

Este folleto disipa muchas percepciones erróneas acerca de la posición de las mujeres como está demostrado en el Corán, distingue entre la verdadera creencia islámica y las muchas prácticas musulmanas influenciadas por la cultura y las costumbres sociales y resalta la heterogeneidad de la posición de las musulmanas. A la vista de las ampliamente difundidas interpretaciones erróneas no solo entre los occidentales no musulmanes sino también entre muchos musulmanes a este respecto, este folleto debe ser leído por todas las personas conscientes. Al despejar ciertos mitos, el folleto también representa la posibilidad de construir relaciones armoniosas entre los musulmanes y los no musulmanes. Esta relevante obra es necesaria para todos los que tienen interés en conocer el estatus de las mujeres en las tres fes reveladas y para aquellos que quieren buscar por sí mismos la verdad.

Introducción

Cinco años atrás, leí en el Toronto Star, en el número del 3 de julio de 1990, un artículo titulado “El Islam no es la única doctrina patriarcal”, de Gwynne Dyer. El artículo describía la furiosa reacción de los participantes de una conferencia sobre mujeres y poder, mantenida en Montreal, por los comentarios de la famosa feminista egipcia, la Dra. Nawal Saadawi. Sus comentarios “políticamente incorrectos” incluían: “los elementos más restrictivos hacia las mujeres pueden ser hallados primero, en el judaísmo, en el Antiguo Testamento, luego en la cristiandad y luego en el Corán”; y “velar a las mujeres no es una práctica específicamente islámica, sino una antigua herencia cultural en religiones hermanas.”

Los participantes no podían continuar sentados mientras sus fes estaban siendo igualadas con el Islam. Por lo tanto, la Dra. Saadawi, recibió una descarga de críticas. “Los comentarios de la Dra. Saadawi son inaceptables. Sus respuestas revelan una falta de entendimiento acerca de la fe de otraspersonas,” declaró Bernice Dubois del World Movement of Mothers. “Debo protestar,” dijo la panelista Alice Shavi de Israel Women’s Network, “no existe el concepto del velo en el judaísmo.”

El artículo atribuyó estas furiosas protestas a la fuerte tendencia en Occidente de hacer un chivo expiatorio del Islam por prácticas que son igual parte de la propia herencia cultural.

“Feministas cristianas y judías no iban a estar sentadas mientras eran discutidas en la misma categoría que las débiles musulmanas,” escribió Gwynne Dyer.

No me sorprendía que las participantes de la conferencia hubieran tenido una visión tan negativa del Islam, especialmente cuando estaban involucrados asuntos de mujeres. En Occidente, se cree que el Islam es símbolo por excelencia de subordinación de las mujeres. Para comprender cuán firme es esta creencia, es suficiente mencionar que el Ministro de Educación de Francia, la tierra de Voltaire, recientemente ha ordenado la expulsión de ¡todas las jóvenes musulmanas que usen el velo en escuelas francesas [The Globe Mail, 4 de octubre de 1994]! Una joven estudiante musulmana tiene denegado su derecho a la educación en Francia, mientras que un estudiante católico que usa una cruz o un estudiante judío que usa la kipá, no.

La escena del policía francés impidiendo a musulmanas  el uso de pañuelos en su cabeza para ingresar a su escuela secundaria es inolvidable. Inspira el recuerdo de otra igualmente desgraciada escena del Gobernador George Wallace, de Alabama, en 1962 parado en frente del portón de una escuela intentando bloquear la entrada de estudiantes negros para mantener la segregación en las escuelas de Alabama. La diferencia entre las dos escenas es que los estudiantes negros contaban con la simpatía de mucha gente de los EEUU y de todo el mundo. El Presidente Kennedy envió a la Guardia Nacional de los EEUU para forzar la entrada de los estudiantes negros.

Las muchachas musulmanas, por otro lado, no recibieron ayuda alguna. Su causa parece provocar poca simpatía tanto dentro como fuera de Francia. La razón es la ampliamente difundida errónea concepción y el temor a cualquier cosa islámica en el mundo, hoy. Lo que más me intriga acerca de la conferencia de Montreal fue una pregunta: Las declaraciones de Saadawi o cualquiera de sus críticas ¿estaban basadas en hechos reales?

En otras palabras, ¿el judaísmo, el cristianismo y el Islam tienen la misma concepción de la mujer? ¿Son diferentes en sus conceptos? ¿El judaísmo, el cristianismo, verdaderamente, dan un mejor trato a la mujer que el Islam? ¿Cuál es la verdad? No es fácil buscar y hallar respuestas a estas difíciles preguntas. La primera dificultad es que se tiene que ser justo y objetivo o, al menos, hacer lo mejor por serlo. Esto es lo que el Islam enseña. El Corán ha enseñado a los musulmanes a decir la verdad aún cuando a los más cercanos a ellos no les agrade: “¡Sed justos cuando declaréis, aun si se trata de un pariente!” (6: 152) “¡Creyentes! Sed íntegros en la equidad, cuando depongáis como testigos de Allah, aun en contra vuestra, o de vuestros padres o parientes cercanos.” (4: 135)

La otra gran dificultad es la sobrecogedora amplitud de la material. Por lo tanto, durante los últimos años, he pasado muchas horas leyendo la Biblia, la Enciclopedia de la religión y la Enciclopedia Judaica, buscando respuestas. También he leído numerosos libros que discuten la posición de las mujeres en diferentes religiones, escritos por académicos, apologetas y críticos. El material presentado en los siguientes capítulos representa los importantes hallazgos de este humilde investigador. No afirmo ser absolutamente objetivo.

Esto supera mi limitada capacidad. Todo lo que puedo decir es que he estado intentando, a lo largo de esta investigación, aproximarme al ideal coránico de “hablar de manera justa”. Me gustaría enfatizar en esta introducción que mi propósito para este estudio no es denigrar al judaísmo o al cristianismo. Como musulmanes, creemos en los orígenes divinos de ambos. Nadie puede ser un musulmán sin creer en Moisés y Jesús como grandes profetas de Dios.

Mi meta sólo es reivindicar al Islam y rendir tributo, largamente debido en Occidente, al verdadero Mensaje final de Dios a la raza humana. También me gustaría acentuar que me preocupé solo con la Doctrina. Es decir, mi preocupación es, principalmente, la posición de las mujeres en las tres religiones según aparece en sus fuentes originales, no como es practicada por sus millones de seguidores en el mundo actual.

Por lo tanto, la mayoría de la evidencia citada proviene del Corán, los dichos del Profeta Muhammad, la Biblia, el Talmud y los dichos de algunos de los más influyentes Padres de la Iglesia, cuyos puntos de vista han contribuido considerablemente en definir y moldear el cristianismo.

Este interés en las fuentes se relaciona con el hecho el entendimiento de determinada religión por las actitudes y el comportamiento de algunos de sus seguidores nominales es errado. Muchas personas confunden cultura con religión, muchas otras no saben lo que dicen sus libros religiosos y a otros más ni siquiera les interesa.

1. ¿La Culpa de Eva?

Las tres religiones están de acuerdo en un hecho básico: Tanto las mujeres como los hombres son creados por Dios, el Creador de todo el universo. Sin embargo, el desacuerdo comienza inmediatamente después de la creación del primer hombre, Adán, y la primera mujer, Eva. La concepción judeocristiana de la creación de Adán y Eva es narrada en detalle por el Génesis 2: 4-3:24.

Dios les prohibió a ambos el comer de los frutos del árbol prohibido. La serpiente sedujo a Eva para que los comiese, y a su vez, Eva seduce a Adán para que los coma con ella. Cuando Dios reprende a Adán por lo que hizo, él culpa a Eva, “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” En consecuencia, Dios le dijo a Eva: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; y tu deseo será para tu marido; y él se enseñoreará de ti.” A Adán le dijo: “Por cuanto obedeciste la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida…”

La concepción islámica de la primera creación es encontrada en varias partes del Corán, por ejemplo:

“¡Adán! ¡Habita con tu esposa en el Jardín y comed de lo que queráis, pero no os acerquéis a este árbol! Si no, seréis de los impíos. Pero el demonio les insinuó el mal, mostrándoles su escondida desnudez, y dijo: ‘Vuestro Señor no os ha prohibido acercaros a este árbol sino por temor que os convirtáis en ángeles u os hagáis inmortales.’ Y les juró: ‘¡De veras, os aconsejo  bien!’ Les hizo, pues, caer dolosamente. Y cuando hubieron gustado ambos del árbol, se les reveló su desnudez, y comenzaron a cubrirse con hojas del Jardín. Su Señor les llamó: ‘¿No os había prohibido ese árbol y dicho que el Demonio era para vosotros un enemigo declarado?’ Dijeron: ‘¡Señor! Hemos sido injustos con nosotros mismos. Si no nos perdonas y Te apiadas de nosotros, seremos, ciertamente, de los que pierden.’ (7: 19-23)

Una cuidadosa mirada a los dos relatos de la historia de la Creación revela algunas diferencias sustanciales. El Corán, al contrario de la Biblia, pone la culpa de la equivocación por igual sobre Adán y Eva. En ningún lugar del Corán se puede encontrar la más mínima señal que Eva tentó a Adán para comer del árbol o incluso que ella haya comido antes que él. Eva, en el Corán, no es la que tienta, no es la que seduce, no es la embustera. Además, Eva no es culpable de los dolores de parto. Dios, de acuerdo al Corán no castiga a alguien por las faltas ajenas. Tanto Adán como Eva pecaron y luego pidieron perdón a Dios y Él los perdonó a ambos.

2. El Legado de Eva

La imagen de Eva como quien lleva la tentación en la Biblia ha tenido un impacto sumamente negativo sobre las mujeres a lo largo de la tradición judeocristiana. Se creía que todas las mujeres habían heredado de su madre, la bíblica Eva, las astucias y la culpa. En consecuencia, ninguna era digna de confianza, eran moralmente inferiores y débiles. La menstruación, el embarazo y la maternidad eran considerados el justo castigo para la culpa eterna del maldito sexo femenino.

Para apreciar cuán negativo fue el impacto de la Eva bíblica en todas sus descendientes, tenemos que mirar los escritos de algunos de los judíos y cristianos más importantes de todos los tiempos. Permítasenos comenzar con el Antiguo Testamento y observar fragmentos de los que son llamados Libros Sapienciales, en los que encontramos:

“Y más amarga que la muerte he hallado a la mujer cuyo corazón es trampas y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador queda en ella preso… he hallado lo que busca mi alma, sin haberlo encontrado: un hombre entre mil he hallado, pero ni una sola mujer entre todas.” (Eclesiastés 7:26- 28)

En otra parte de la literatura hebrea que se encuentra en la Biblia católica, leemos: “Toda malicia es poca junto a la malicia de la mujer… Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos.” (Eclesiástico 25: 29- 24)

Los rabinos judíos enumeraron nueve maldiciones infligidas a las mujeres como resultado de la Caída: “A las mujeres Él le dio nueve maldiciones y muerte: la carga de la sangre de la menstruación y la sangre de la virginidad; la carga del embarazo; la carga de dar a luz; la carga de criar a los hijos; su cabeza está cubierta como si estuviera de luto; se perfora sus orejas como si fuera una esclava permanente o una esclava que sirve a su amo; no es creída como testigo; y después de todo- muere.” [Leonard J. Swidler; “Women in Judaism: The Status of Women in Formative Judaism  (Metuchen, N. J.: Sacrecrow Press, 1976) p. 115]

En la actualidad, los judíos ortodoxos en su plegaria matutina diaria recitan: “Bendito sea Dios Rey del universo puesto que no me ha creado mujer.” Las mujeres, por otro lado, agradecen a Dios cada mañana por “haberme creado de acuerdo a Tu voluntad.” [Thena Kendath, “Memories of an Orthodox Youth” en “On being a Jewish Feminist” ed. Susannah Heschel (Nueva York: Schocken Books, 1983), pp. 96- 97] Otra oración hallada en muchos libros de plegarias judías: “Alabado sea Dios, que no me ha creado gentil. Alabado sea Dios que no me creado mujer. Alabado sea Dios que no me ha creado ignorante.” [Swidler, óp. cit. pp. 80- 81]

La Eva bíblica ha jugado un rol más importante en la cristiandad que en el judaísmo. Su pecado ha sido básico para toda la fe cristiana porque la concepción cristiana de la razón de la misión de Jesucristo en la Tierra, radica en la desobediencia ce Eva a Dios. Ella había pecado y seducido a Adán para que siga su pedido. En consecuencia, Dios expulsa a ambos del Cielo a la Tierra, que había sido maldita por su causa. Heredan su pecado, que no había sido perdonado por Dios, a todos sus descendientes y, de esta forma, todos los humanos nacen en pecado. Para purificar a los seres humanos de su “pecado original”, Dios tuvo que sacrificar en la cruz a Jesús, que es considerado el Hijo de Dios.

Por lo tanto, Eva es responsable de su propio error, del pecado de su esposo, del pecado original de toda la humanidad y de la muerte del Hijo de Dios. En otras palabras, una mujer actuando por sí misma ocasiona la caída de toda la humanidad [Rosemary R. Ruether, “Christianity”, en Arvind Sahrma ed., Women in World Religions (Mujeres en Religiones Mundiales) (Albany: State of New York Press, 1987) p. 209] ¿Y qué acerca de las hijas? Son pecadoras como ella y tienen que ser tratadas como tales. Oigamos el severo tono de San Pablo en el Nuevo Testamento: “La mujer aprenda en silencio con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer el dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.” (1 Timoteo 2: 11- 14)

San Tertuliano fue incluso más directo que San Pablo, cuando estaba hablando a sus “muy amadas hermanas” en la fe, dijo: [Para todos los dichos de los importantes Santos, ver Karen Armstrong, The Gospel According to Women (Londres: elm tree Books, 1986) pp. 52- 62] Ver también Nancy Van Vuuren, The Subversion of Women as Practised by Churches, Witch- hunters and Other Sexists (La Subversión de las Mujeres según es Practicada por las Iglesias, Cazadores de Brujas y Otros Sexistas)  (Filadelfia: Westminster Press) pp 28- 30]: “¿Sabéis que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia de Dios para vuestro sexo vive en esta época: la culpa del deber de necesidad también vive. Sois la entrada del Demonio: Sois las que habéis violado el árbol prohibido. Sois el primer desastre de la ley divina. Sois ella que lo ha persuadido a él, ante quien el demonio no ha sido valiente para atacar. Destruís tan fácilmente la imagen de Dios. Por vuestro abandono hasta el Hijo de Dios tuvo que morir.”

San Agustín era fiel al legado de su predecesor, escribió a un amigo: “¿Cuál es la diferencia si es una esposa o una madre? Aún es Eva, la que tienta, de la que debemos estar alerta en cualquier mujer… No veo qué utilidad tiene una mujer para un hombre, si se las excluye de la función de dar a luz a los hijos.”

Siglos más tarde, Santo Tomás de Aquino aún consideraba defectuosas a las mujeres: “En cuanto  a la naturaleza individual, la mujer es defectuosa y mal concebida, ya que la fuerza activa en la semilla masculina  tiende a la producción símil a la perfección en el sexo masculino; mientras que la producción de la mujer proviene de un defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material o incluso de alguna influencia externa.”

Finalmente, el renombrado reformador Martín Lutero, no podía ver beneficio alguno en una mujer más que traer tantos hijos al mundo como fuera posible, sin tener en cuenta efecto colateral alguno: “Si se cansan o incluso mueren, ése no es el problema. Permítaseles morir en el parto, para eso están aquí.”

Las mujeres son denigradas una y otra vez por la imagen de Eva, la tentadora, gracias al relato del Génesis. Para resumir, la concepción judeocristiana de las mujeres ha sido envenenada por la creencia de la naturaleza pecadora de Eva y su descendencia femenina.

Ahora, si prestamos atención a lo que el Corán tiene que decir acerca de las mujeres, ponto nos daremos cuenta que la concepción islámica acerca de las mujeres es radicalmente diferente de la judeocristiana.

Dejemos que el Corán hable por sí mismo:

“Allah ha preparado perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que y las que dan limosnas, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los que y las que recuerdan a Allah.” (33: 35)

“Pero los creyentes y las creyentes son amigos unos de otros. Ordenan lo que está bien y prohíben lo que está mal. Hacen la azalá,  dan el azaque y obedecen a Allah y a Su enviado. De ésos se apiadará Allah. Allah es poderoso, sabio.” (9:71)

“Su Señor escuchó su plegaria: ‘No dejaré que se pierda obra de ninguno de vosotros, lo mismo si es varón que si es hembra, que habéis salido los unos de los otros.” (3: 195)

“Quien obre mal no será retribuido sino con una pena similar. En cambio, los creyentes, varones o hembras, que obren bien entrarán en el Jardín y serán proveídos en él sin medida.” (40: 40)

“Al creyente, varón o hembra, , que obre bien, le haremos, ciertamente, que viva una vida buena y le retribuiremos, sí, con arreglo a sus mejores obras.” (16:97)

Es claro que el punto de vista coránico acerca de la mujer no es distinto del de los hombres. Ambos son creaturas de Dios cuya meta sublime en la tierra es adorar a su Señor, realizar buenas obras, y evitar el mal, y ambos serán evaluados en consecuencia. El Corán jamás menciona que la mujer es el portal del demonio o que ella es falsa por naturaleza.

El Corán tampoco menciona que el hombre es la imagen de Dios; todos los hombres y mujeres son sus creaturas, y nada más. De acuerdo al Corán, el rol de una mujer en la tierra no está limitado sólo a la maternidad. Se le pide que realice tantas buenas obras como se le pide a cualquier hombre. El Corán jamás dice que nunca existió una mujer recta. Al contrario, el Corán ha instruido a todos los creyentes, tanto mujeres como hombres, seguir el ejemplo de aquellas mujeres ejemplares como la Virgen María y la esposa de Faraón:

“Y Allah pone como ejemplo para los creyentes a la mujer de Faraón. Cuando dijo: “¡Señor! ¡Constrúyeme, junto a Ti, una casa en el Jardín y sálvame de Faraón y de sus  obras! ¡Sálvame del pueblo impío!” Y a María, hija de Imran, que conservó la virginidad y en la que infundimos Nuestro Espíritu. Tuvo auténticas las palabras y Escritura de su Señor y fue de las devotas.” (66: 11- 12)

3. ¿Hijas Vergonzantes?

De hecho, la diferencia entre la actitud bíblica y coránica hacia el sexo femenino comienza tan pronto como nace la mujer. Por ejemplo, la Biblia afirma que el período de impureza ritual de la madre es el doble si da a luz a una niña en lugar de un niño. (Levítico 12:2- 5) La Biblia católica afirma que:

“…pero la hija le nace para su confusión.” (Eclesiastés 22: 3).

En contraste con esta impactante afirmación, los niños reciben un elogio especial:

“El que instruye a su hijo dará envidia a su enemigo.” (Eclesiástico 30:3)

Los rabinos judíos volvieron obligatorio para los hombres judíos tener descendencia para propagar la raza. A la vez, no escondieron su clara preferencia por los niños varones: “Está bien para aquellos que tienen hijos varones, pero mal para aquellos que tienen hijas”, “En el nacimiento de un varón, todo es gozo… en el nacimiento de una niña todo es tristeza”, y “Cuando viene un niño al mundo, la paz viene al mundo… cuando llega una niña, nada llega.” [Swidler, óp. cit. P. 140] Una hija es considerada una dolorosa carga, una potencial fuente de vergüenza para su padre:

“Si tu hija es atrevida, vigílala bien, no sea que te convierta en la burla de tus enemigos, en la habladuría de la ciudad y el comentario de la gente, y te cubra de vergüenza a los ojos de todos.” (Eclesiástico 26: 11)

Fue esta misma idea de tratar a las hijas como fuente de vergüenza lo que llevó a los árabes paganos, antes del advenimiento del Islam, a practicar el infanticidio. El Corán condenó severamente esta atroz práctica:

“Cuando se le anuncia a uno de ellos que es una niña, se queda hosco y se angustia. Esquiva a la gente por vergüenza de lo que se le ha anunciado, preguntándose si la conservará, para deshonra suya, o la esconderá bajo tierra… ¡Qué mal juzgan!” (16: 58- 59)

Debe mencionarse que este crimen siniestro no se habría detenido en Arabia si no fuera por el poder de los feroces términos que el Corán empleó para condenar esta práctica (16: 59; 43: 17; 81: 8-9). El Corán, además, no hace diferencias entre los niños y las niñas. En contraste con la Biblia, el Corán considera el nacimiento de una niña como un don y una bendición de Dios, lo mismo que con el nacimiento de un varón. El Corán incluso primero menciona el don del nacimiento de una niña:
“El dominio de los cielos y la tierra pertenece a Allah. Crea lo que quiere. Regala hijas a quien Él quiere y regala hijos a quien Él quiere.” (42: 49) Para borrar toda traza de infanticidio femenino en la naciente sociedad musulmana, el Profeta Muhammad prometió a aquellos que fueran bendecidos con hijas, una gran recompensa si las criaban bondadosamente:

“Aquél que está involucrado en la crianza de hijas y  les brinda un trato benevolente, serán su protección contra el Fuego del Infierno.” (Bukhari y Muslim). “Quienquiera que mantenga a dos muchachas hasta su llegada a la madurez, él y yo llegaremos al Día de la Resurrección así: (y juntó sus dedos).” (Muslim)

4. ¿Educación Femenina?

La diferencia entre las concepciones bíblica y coránica de las mujeres no está limitada a la niña recién nacida, se extiende más allá. Comparemos sus actitudes frente a una mujer intentando aprender su religión. El corazón del judaísmo es la Torá, la ley. No obstante, de acuerdo con el Talmud, “las mujeres están exentas del estudio de la Torá.” Algunos rabinos judíos declararon con firmeza: “Permitamos que las palabras de la Torá sean destruidas por el fuego antes que

impartirlas a las mujeres”, y “Quienquiera que enseñe a su hija la Torá es como si le enseñase  la obscenidad de ella” [Denise L. Carmody, “Judaism”, en Arvind Sharma, ed., óp. cit., p. 97] La actitud de San Pablo en el Nuevo Testamente no es más brillante:

“vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que están sujetas, como la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer  hable en la congregación.” (1 Corintios 14: 34- 35)

¿Cómo puede aprender una mujer si no tiene permitido hablar? ¿Cómo puede crecer intelectualmente una mujer si está obligada a estar en un estado de sumisión? ¿Cómo puede ampliar sus  horizontes si su única fuente de información es su esposo, en casa? Ahora, para ser justos, debemos preguntar: la posición coránica ¿es en algo diferente? Una sola historia contada en el Corán resume esta posición brevemente. Khawlah era una musulmana cuyo esposo Aws pronunció esto en un momento de furia: “Eres para mí como la espalda de mi madre.” Esto era tenido por los árabes paganos como una declaración de divorcio que liberaba al marido de cualquier responsabilidad conyugal pero que no permitía a la esposa abandonar la casa del marido ni casarse a otro hombre.

Tras escuchar estas palabras de su marido, Khawlah quedó en una situación miserable. Ella fue directamente al Profeta del Islam a exponerle su caso. El Profeta, la Paz y las bendiciones sean con él, opinaba que ella debía tener paciencia ya que no parecía haber solución alguna. Khawla continuó argumentando ante el Profeta en un esfuerzo por salvar su matrimonio roto. Al poco tiempo, el Corán intervino; la súplica de Khawla fue aceptada. El veredicto divino abolió esta costumbre inicua. Un capítulo entero (Capítulo 58) del Corán cuyo título es «Almujadilah» o «La mujer que se está defendiendo» se reveló después de este incidente:

«Dios ha oído lo que decía la que discutía contigo a propósito de su marido y que se quejaba a Dios. Dios oye vuestro diálogo. Dios todo lo oye, todo lo ve.» (58:1).

La mujer, en la concepción coránica, tiene derecho incluso a discutir con el mismo Profeta del Islam. Nadie tiene derecho a decirle que esté callada. Ella no tiene la obligación de considerar a su marido como única referencia en asuntos legales y de religión.

5. ¿Mujer Impura y Sucia?

Las leyes y regulaciones judías concernientes a las mujeres menstruantes son extremadamente restrictivas. El Antiguo Testamente considera a toda mujer menstruante como sucia e impura. Además, su impureza  también “infecta” a los demás.  A quien o lo que toque queda sucio por un día:

“Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare, será inmundo hasta noche. Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere separada, será inmundo; también todo aquello sobre que se sentare será inmundo. Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche. También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche. Y lo que estuviere sobre la cama, o sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que lo tocare será inmundo hasta la noche.” (Levítico 15: 19- 23)

Debido a su naturaleza “contaminante”, una mujer que menstruaba a veces era “apartada” para evitar toda posibilidad de contacto con ella. Era enviada a una casa especial denominada “la casa de la impureza” durante todo el período de su impureza. [Swidler, óp. cit., p. 137]

El Talmud considera “fatal” a una mujer que menstrúa, incluso sin contacto físico: “Nuestros Rabinos enseñaron:… si una mujer menstruante pasa entre dos (hombres), si está al principio de su menstruación, matará a uno, y si se halla al final de su menstruación, ocasionará conflicto entre los dos.2 (bPes. 111a.)

Además, el esposo de una mujer menstruante tenía prohibido ingresar a la sinagoga si había quedado impuro por ella aunque sea por el polvo de sus pies. Un sacerdote cuya esposa, hija o madre se hallasen menstruando no podía recitar la bendición sacerdotal en la sinagoga. [Swindler, óp. cit., p. 138]

No es de asombrar que muchas mujeres judías aún se refieran a la menstruación como “la maldición”. [Sally Priesand, Judaism and the New Woman, Nueva York: Berhman House, Inc. 1975) p. 24]

El Islam no considera que una mujer menstruante posea alguna clase de “impureza contagiosa”. No es “intocable” ni está “maldita”. Practica su vida normal con sólo una restricción: Una pareja casada no tiene permitido tener relaciones sexuales durante el período de menstruación. Cualquier otro contacto físico entre ellos es permitido. Una mujer menstruante está exenta de algunos rituales tales como la plegaria diaria y el ayuno durante su período.

6. Dar Testimonio

Otro tema en el que el Corán y la Biblia no están de acuerdo es en el tema de la mujer brindando testimonio. Es cierto que el Corán ha instruido a los creyentes que llevan a cabo transacciones financieras que tengan dos testigos masculinos  o uno masculino y dos femeninos (2: 228). Sin embargo, también es cierto que el Corán en otras situaciones acepta que el testimonio de una mujer es equivalente al de un hombre. De hecho, el testimonio de una mujer puede incluso invalidar el de un hombre. Si un hombre acusa a su esposa de no ser casta, el Corán le solicita que jure cinco veces como evidencia de la falta de su esposa. Si la esposa lo niega y jura cinco veces por igual, no es considerada culpable y en ambos casos el matrimonio se disuelve. (24: 6- 11)

Por otro lado, las mujeres no tenían permitido dar testimonio en la temprana sociedad judía [Swidler, óp. cit., p. 115]. Los Rabinos contaban entre las nueve maldiciones infligidas a las mujeres el brindar testimonio, a causa de la Caída (ver la sección “El Legado de Eva”).

Las mujeres en el Israel actual no tienen permitido aportar evidencia en los tribunales rabínicos [Lesley Hazleton, Israeli Women the Reality Behind the Myths (Nueva York: Simon and Schuster, 1977) p. 41]

Los rabinos justifican porqué las mujeres no pueden brindar testimonio citando el Génesis 18: 9- 16, en donde se narra que Sara, la esposa de Abraham, había mentido. Los rabinos utilizan este incidente como evidencia que las mujeres no están calificadas para brindar testimonio. Debe notarse aquí que esta historia es narrada en Génesis 18: 9- 16 ha sido mencionada más de una vez en el Corán sin traza alguna de mentiras por parte de Sara (11: 69- 74; 51: 24- 30). En Occidente cristiano, tanto las leyes eclesiásticas como civiles impedían a las mujeres que dieran testimonio hasta finales del s XIX [Matilda J. Gage, Woman, Church and State (Nueva York: Truth Seeker Company, 1983) p. 142].

Si un hombre acusa a su esposa de no ser casta, el testimonio de ella no será considerado de acuerdo a la Biblia. La esposa acusada tiene que estar sujeta a un juicio con pruebas. En este juicio, la esposa enfrenta un complejo y humillante ritual que se suponía era para probar su inocencia o culpabilidad. (Números 5: 11- 31)

Si es hallada culpable después de las pruebas, será sentenciada a muerte. Si es hallada no culpable, su esposo será inocente de cualquier mala acción. Además, si un hombre toma a una mujer por esposa y luego la acusa de no haber sido virgen, el propio testimonio de la mujer no sería tenido en cuenta. Sus padres tenían que traer evidencias de su virginidad ante los ancianos del pueblo. Si los padres no podían probar la inocencia de su hija, esta sería lapidada hasta morir en el umbral de su casa paterna. Si los padres eran capaces de probar su inocencia, el esposo sólo sería multado con sien shekels de plata y no podía divorciarse de su esposa mientras él viviera: “Cuando alguno tomare mujer, y después de haberse llegado a ella la aborreciere, y le atribuyere faltas que den que hablar, y dijere: A esta mujer tomé, y me llegué a ella, y no la hallé virgen; entonces el padre de la joven y su madre tomarán y sacarán las señales de la virginidad de la doncella a los ancianos de la ciudad, en la puerta; y dirá el padre de la joven a los ancianos: Yo di mi hija a este hombre por mujer, y él la aborrece; y he aquí, él le atribuye faltas que dan que hablar, diciendo: No he hallado virgen a tu hija; pero ved aquí las señales de la virginidad de mi hija. Y extenderán la vestidura delante de los ancianos de la ciudad. Entonces los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán; y le multarán en cien piezas de plata, las cuales darán al padre de la joven, por cuanto esparció mala fama sobre una virgen de Israel; y la tendrá por mujer, y no podrá despedirla en todos sus días. Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti.” (Deuteronomio 22: 13- 21)

7. Adulterio

El adulterio y la fornicación son considerados pecados en todas las religiones. La Biblia decreta la sentencia de muerte tanto para el adúltero como para la adúltera (Lev. 20: 10). El Islam también castiga de igual manera al adúltero y a la adúltera (22: 4). Sin embargo, la definición coránica de adulterio es muy diferente a la definición bíblica. El adulterio, para el Corán, es el involucramiento de un hombre o mujer casados en una aventura amorosa de manera extramatrimonial. La Biblia sólo considera adulterio a la aventura amorosa de una mujer casada. (Levítico 20:10, Deuteronomio 22: 22, Proverbios 6: 20; 7: 27)

“Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel.” (Deut. 22: 22) “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.” (Lev. 20: 10)

De acuerdo a la definición bíblica, si un hombre casado duerme con una mujer no casada, para nada es considerado un delito. El hombre casado que tiene una aventura amorosa con una mujer no casada no es un adúltero y la mujer no casada involucrada con él no es adúltera. El delito de adulterio es cometido sólo cuando un hombre, sea casado o soltero, duerme con una mujer casada. En este caso, el hombre es considerado adúltero, incluso si no está casado, y la mujer es considerada adúltera.

En resumen, el adulterio es una relación sexual ilícita que involucra a una mujer casada. La aventura extramatrimonial de un hombre casado no es, de por sí, un delito en la Biblia. ¿Por qué existe un patrón con doble moral? De acuerdo a la Encyclopaedia Judaica, la esposa era considerada una posesión del esposo y el adulterio constituía una violación al derecho exclusivo del esposo sobre ella; la esposa, como posesión de su esposo, no tenía tal derecho sobre él. [Jeffrey H- Togay, “Adultery” Encyclopaedia Judaica Vol. II, col. 313. Ver también, Judith Plaskow, Standing Again at Sinai: Judaism from a Feminist Perspective (De pie ante el Sinaí nuevamente: El Judaísmo desde una Perspectiva Feminista) (Nueva York: Harper & Row Publishers, 1990) pp. 170- 177]

Es decir, si un hombre tenía relaciones sexuales con una mujer casada, estaba violando la propiedad de otro modo, por lo tanto, debía ser castigado. En la actualidad, en Israel, si un hombre se permite tener una aventura amorosa con una mujer no casada, los hijos con esa mujer son considerados legítimos. Pero, si una mujer casada tiene una aventura amorosa con otro hombre, este casado o no, sus hijos con ese hombre no sólo son ilegítimos, sino que son considerados bastardos y tienen prohibido casarse con otros judíos, a menos que se trate de conversos u otros bastardos. Esta prohibición es traspasada a los descendientes de los hijos por 10 generaciones hasta que la mancha del adulterio está presumiblemente debilitada. [Hazleton, óp. cit., pp. 41- 42]

El Corán, por otro lado, jamás considera a una mujer como la posesión de hombre alguno.

El Corán describe de forma elocuente la relación entre los esposos diciendo: “Y entre sus signos están el haberos creado esposas nacidas entre vosotros, para que os sirvan de quietud, y el haber suscitado entre vosotros el afecto y la bondad. Ciertamente, hay en ellos signos para gente que reflexiona.” (30: 21) Esta es la concepción coránica del matrimonio: amor, misericordia, quietud, no posesión y doble moral.

8. Promesas

De acuerdo a la Biblia, un hombre de cumplir con las votos hechas a Dios. No debe romper su palabra. Por otro lado, el voto de una mujer no es necesariamente vinculante para ella. Tiene que ser aprobado por su padre, si vive en su casa, o por su esposo, si está casada. Si el padre o el esposo no aprueban el voto de su hija o esposa, todos los juramentos hechos por ella quedan nulos y vacíos: “Mas si su padre le vedare el día que oyere todos sus votos y sus obligaciones con que ella hubiere ligado su alma, no serán firmes… Todo voto, y todo juramento obligándose a afligir el alma, su marido lo confirmará, o su marido lo anulará.” (Núm. 30: 5- 13)

¿Por qué la palabra de una mujer no es vinculante para ella per se? La respuesta es simple: porque es posesión de su padre, antes del matrimonio, o de su esposo después del matrimonio. El control del padre sobre su hija es absoluto al punto tal que, si lo desea ¡puede venderla! Se indica en los escritos de los rabinos que: “El hombre puede vender a su hija, pero la mujer no puede vender a su hija; el hombre puede prometer en matrimonio a su hija, la mujer no puede prometer en matrimonio a su hija.” [Swidler, óp. cit., p. 141]

La literatura rabínica también indica que el matrimonio representa la transferencia del control del padre al esposo: “compromiso: convertir a la mujer en la propiedad sacrosanta- la inviolable propiedad- del esposo…” Obviamente, si la mujer es considerada la propiedad de alguien, no puede hacer promesa alguna que no sea aprobada por su poseedor.

Es interesante notar que esta indicación bíblica, con respecto a los votos de la mujer ha tenido repercusiones negativas en las mujeres judeocristianas hasta los inicios del siglo pasado. Una mujer casada en el mundo occidental no tenía estatus legal. Ninguno de sus actos tenía valor legal alguno. Su esposo podía repudiar cualquier contrato, negocio, o trato que ella hubiera hecho. Las mujeres en Occidente (el mayor heredero del legado judeocristiano) eran incapaces de contratar de manera vinculante porque en la práctica eran posesión de otra persona. Las mujeres occidentales habían sufrido por alrededor de dos mil años a causa de la actitud bíblica hacia la posición de las mujeres con respecto a sus padres y esposos [Gage, óp. cit., p, 141]

En el Islam, el voto de todo musulmán, hombre o mujer, es vinculante. Nadie tiene el poder de repudiar los juramentos de los demás. El fracaso en mantener un juramento solemne, hecho por una mujer o un hombre, ha de ser expiado como se indica en el Corán: “Allah no os tendrá en cuenta la vanidad de vuestro juramento, pero sí el que hayáis jurado deliberadamente. Como expiación, alimentaréis a diez pobres como soléis alimentar a vuestra familia, o les vestiréis o manumitiréis a un esclavo. Quien no pueda, que ayune tres días. Cuando juréis, ésa será la expiación por vuestros juramentos. ¡Sed fieles a lo que juráis! (5: 89)

Los compañeros del Profeta Muhammad, hombres y mujeres, le solía prestar su juramento de fidelidad a él personalmente. Las mujeres, como también los hombres, podían llegar a él, de manera independiente, y prestar sus juramentos: “¡Profeta ¡ Cuando las creyentes vengan a ti, a prestarte juramento de fidelidad, de que no asociarán nada a Dios, que no robarán, que no fornicarán, que no matarán a sus hijos, que no dirán calumnia forjada entre sus manos y pies, que no te desobedecerán en lo que juzguen razonable, acepta su juramente y pide a Allah que les perdone. Allah es indulgente, misericordioso.” (60: 12) Un hombre no puede prestar juramento en nombre de su hija o su esposa. Tampoco puede repudiar el juramento hecho por cualquiera de sus parientes mujeres.

9. ¿Propiedad de la Esposa?

Las tres religiones comparten una inconmovible creencia en la importancia del matrimonio  y la vida familiar. También están de acuerdo en el liderazgo del esposo en la familia. No obstante,  existen evidentes diferencias entre las tres religiones con respecto a los límites de su liderazgo.

La tradición judeocristiana, a diferencia del Islam, extiende virtualmente la dirección del esposo hasta la propiedad de su esposa. La tradición judía, con respecto al rol del esposo hacia su esposa, radica en la concepción que él la posee como a un esclavo. [Louis M. Epstein, The Jewish Marriage Contract, (Nueva York, Arno Press, 1973), p. 149].

Esta concepción ha sido la razón detrás del doble estándar en las leyes del adulterio y detrás de la potestad del esposo para anular los votos de su esposa. Esta concepción también ha sido responsable de la negación a la esposa  de cualquier control sobre su propiedad o sus ganancias. En cuanto una mujer judía se casó, perdió totalmente el control sobre su propiedad y ganancias en favor de su esposo. Los rabinos judíos afirmaron que el derecho del esposo a la propiedad de su esposa como corolario de su posesión sobre ella:

“¿Como ha llegado a poseer a la mujer, no es lo siguiente acaso que deba llegar a poseer  la propiedad de ella también?” y “Ya que él ha adquirido a la mujer, ¿no debe acaso adquirir también su propiedad?” [Swidler, óp. cit., p. 142] De este modo, el matrimonio ocasiona que la más rica de las mujeres quede prácticamente sin un centavo. El Talmud describe la situación financiera de una esposa como sigue:

“¿Cómo puede una mujer tener algo; todo lo que es de ella le pertenece a su esposo? Lo que es de él, es de él y lo que es de ella, es también de él… Sus ganancias y lo que ella pueda hallar en la calle también son de él. Los artículos del hogar, incluso las migajas de pan en la mesa, son de él. Si ella debiera invitar a alguien a su casa y alimentarlo, ella le estaría robando a su esposo…” (San. 71a.; Git. 62a.)

El hecho del problema es que la propiedad de una mujer judía era para atraer candidatos- Una familia judía podía asignar a su hija una parte de las propiedades de su padre para ser usada como dote en caso de matrimonio. Era esta dote a las hijas lo que las hacía una carga pesarosa para sus padres. El padre tenía que mantener a su hija durante años y luego prepararla para su matrimonio otorgándole una gran dote. De esta forma, una muchacha de una familia judía era una carga y no un activo. [Epstein, óp. cit., pp. 164-165]

Esta carga explica por qué el nacimiento de una hija no era celebrado con gozo en la Antigua sociedad judía (Ver la sección “¿Hijas vergonzantes?”). La dote era el regalo de bodas otorgado al novio bajo los términos de un arrendamiento. El esposo actuaría como el dueño práctico de la dote pero no podía venderla. La novia perdía todo control sobre la dote en el momento del matrimonio.

Además, se esperaba que trabajase después de casada y todos sus ingresos tenían que darlos a su esposo a cambio de mantenerla, lo que era su obligación. Ella podía  volver a obtener sus propiedades sólo en dos casos: por divorcio o muerte de su esposo. Si ella moría primero, él heredaba sus propiedades.  En caso de muerte del esposo, la esposo podía volver a obtener sus propiedades premaritales pero no tenía derecho a heredar parte alguna de las propiedades pertenecientes a su esposo. Se debe agregar que el novio también tenía que entregar un regalo de bodas a su novia, aunque, otra vez, él era el dueño práctico de este regalo en tanto estuvieren casados. [Epstein, óp. cit., pp. 112- 113. Ver también Priesand, óp. cit. P. 15]

La cristiandad, hasta recientemente, ha seguido la misma tradición judía. Ambas autoridades, religiosa y civil, en el Imperio Romano cristiano (después de Constantino), requerían un acuerdo de propiedad como una condición para el reconocimiento del matrimonio. Las familias ofrecían a sus hijas aumentando sus dotes y, como resultado, los hombres tendían a casarse más temprano y las familias posponían el matrimonio de sus hijas hasta más tarde de lo acostumbrado. [James A. Brundage, Law, Sex and Christian Society in Medieval Europe  (Chicago: University of Chicago Press, 1987) p. 88]

Bajo la ley canónica, una mujer tenía derecho a la restitución de su dote si el matrimonio era anulado, a menos que ella fuese culpable de adulterio. En este caso, perdía el derecho a la dote, que permanecía en manos de su esposo. [James A. Brundage, óp. cit., p. 480]

Bajo la ley canónica y civil, una mujer casada, en Europa y América cristianas, había perdido sus derechos de propiedad hasta fines del S. XIX y comienzos del S. XX. Por ejemplo, los derechos de las mujeres bajo la ley inglesa fueron recopilados y publicados en 1632. Estos “derechos” incluían: “Lo que el esposo posee por sí, es propio. Lo que la esposa tiene, es de su esposo.” [R. Thompson, Women in Stuart England and America (Londres: Routdlege & Kegan Paul, 1974) p. 162]

La esposa no sólo perdía su propiedad tras el matrimonio, perdía también su personalidad. Ningún acto suyo tenía valor legal. Su esposo podía repudiar cualquier venta o regalo hecho por ella por carecer de valor vinculante. La persona con quien ella hubiera contratado era tenida como delincuente por haber participado en un fraude. Más aún, ella no podía demandar o ser demandada en su propio nombre, tampoco podía demandar a su propio esposo. [Mary Murray, The Law of the Father (Londres, Routdlege, 1995) p. 67]

Una mujer casada era tratada prácticamente como un infante a lo s ojos de la ley. La esposa simplemente pertenecía a su esposo y, por lo tanto, perdía su propiedad, su personalidad legal y su apellido familiar [Gage, óp. cit., p. 143]

El Islam, desde el S. VII, D. C., ha garantizado a la mujer casada una personalidad independiente del que el Occidente judeocristiano  la había privado, hasta hace poco tiempo. En el Islam, la novia y su familia no tienen obligación alguna de dar un presente al novio. La muchacha, en una familia musulmana, no constituye una carga.

Una mujer está tan dignificada por el Islam que no necesita dar regalos para atraer a potenciales esposos. Es el novio quien debe dar a la novia un regalo de bodas. Este regalo está considerado propiedad de ella y de nadie más y ni el novio ni la familia de la novia tienen parte ni control sobre él. En algunas sociedades musulmanas actuales, un regalo de bodas de cientos de miles de dólares en diamantes no es de extrañar. [Po ejemplo, ver Jeffrey Lang, Struggling to Surrender (Beltsville, Maryland: Amana Publications, 1994) p. 167]

La novia retiene sus regalos de boda, incluso si luego se divorcia. El esposo no tiene permitido tomar parte alguna en la propiedad de su esposa, a menos que ella se lo ofrezca con su propio y libre consentimiento. [Elsayyed Sabiq, Fiqh al Sunnah, (El Cairo: Darul Fatah Iile’lam Al- Arabi, 11º edición, 1994), vol. 2, pp. 218- 219]

El Corán ha afirmado su posición a este respecto muy claramente: “Dad a vuestras mujeres su dote gratuitamente. Pero, si renuncian gustosas, a una parte en vuestro favor, haced uso de ésa tranquilamente.” (4: 4) La propiedad e ingresos de la esposa están bajo su completo control y son sólo para su uso exclusivo, ya que su manutención y la de sus hijos es responsabilidad de su esposo. [Abdel- Halim Abu Shuqqa, Tahrir al Mar’aa fi Asr al Risala (Kuwait: Dar al Qalam, 1990) pp. 109- 112]

No importa cuán acaudalada pueda ser la esposa, ella no tiene la obligación de actuar como proveedora conjunta de la familia a menos que elija, de manera voluntaria, hacerlo. Los cónyuges se heredan mutuamente. Además, una mujer casada en el Islam retiene su personalidad legal independiente y su apellido familiar. [Leila Badawi, “Islam”, en Jean Holm y John Bowker, ed., Women in Religion, (Londres: Pinter Publishers, 1994) p. 102]

Cierta vez, un juez norteamericano comentó acerca de los derechos de las musulmanas que: “Una muchacha musulmana puede casarse diez veces, pero su individualidad no es absorbida por ninguno de sus distintos esposo. Ella es un planeta solar con nombre y personalidad legal por sí misma.” [Amir H. Siddiqi, Studies in Islamic History (Karachi: Jamiyatul Falah Publications, 3º edición, 1967) p. 138]

10. Divorcio

Las tres religiones tienen significativas diferencias en sus posturas frente al divorcio. El cristianismo abomina el divorcio por completo. El Nuevo Testamento, de manera inequívoca,

aboga por la indisolubilidad del matrimonio. Se le atribuye a Jesús haber dicho: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.” (Mateo 5: 32)

Este ideal inflexible es, sin duda alguna, irreal. Asume un estado de perfección moral que las sociedades humanas jamás alcanzaron. Cuando una pareja entiende que su vida matrimonial no tiene solución, una prohibición de divorciarse no les hará bien. Forzar a las parejas mal casadas a permanecer juntas en contra de sus voluntades no es efectivo ni razonable. No sorprende entonces que todo el mundo cristiano haya estado obligado a sancionar el divorcio.

El judaísmo, por otro lado, permite el divorcio incluso sin causa alguna. El Antiguo Testamento da al esposo el derecho de divorciarse de su esposo si ella le disgusta: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá una carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa;  o si hubiera muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volver a tomarla para que sea su mujer, después de que fue envilecida” (Deut. 24: 1- 4)

Los versículos anteriores han causado considerables debates entre los académicos judíos a causa de su desacuerdo acerca de la interpretación de las palabras “agradare”, “indecente” y “aborreciere” mencionadas en el versículo. El Talmud registra sus diferentes opiniones: “La escuela de Shammai sostuvo que un hombre no debía divorciarse de su esposa a menos que la haya encontrado culpable de alguna falta de conducta sexual, en tanto que la escuela de Hillel dice que él se puede divorciar incluso si ella sólo ha aruinado un platillo para él. El rabi Akiba dice que él se puede divorciar incluso si él, simplemente, ha encontrado a otra mujer más bella que su esposa.” (Gittin 90a-b)

El Nuevo Testamento sigue la opinión de Shammai, en tanto que la ley judía ha seguido la opinión de Hillel y  Akiba [Epstein, óp. cit., p. 196]

Como prevaleció el punto de vista de Hillel, se convirtió en una inquebrantable tradición de la ley judía dar al esposo la libertad de divorciarse de su esposa sin causa alguna. El Antiguo Testamento no solo da al esposo el derecho de divorciarse de su “desagradable” esposa, considera que divorciarse de una “mala esposa” es una obligación:

Corazón abatido, rostro sombrío, herida del corazón eso es la mujer mala. Manos caídas y rodillas paralizadas, eso es la que no hace feliz a su marido. Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos. No des salida al agua, ni a mujer mala libertad de hablar. Si no camina como marca tu mano, de tu carne córtala.” (Eclesiástico 25: 25)

El Talmud ha registrado numerosas acciones específicas de las esposas que obligan a sus esposos a divorciarse de ellas: “Si comió en la calle, si bebió con avidez en la calle, si dio de mamar en la calle, en cada caso el rabí Meir dice que ella debe abandonar a su esposo.” (Git. 89a)

El Talmud también ha hecho obligatorio divorciarse de una mujer estéril (que no dio a luz hijo alguno en un período de diez años): “Nuestros rabinos enseñaron: Si un hombre toma un esposa y vivió con ella por diez años y no dio a luz a hijo alguno, él debe divorciarse de ella.” (Yeb. 64a)

Las esposas, por otro lado, no pueden iniciar el divorcio bajo la ley judía. Una esposa judía, no obstante, podía reclamar el derecho al divorcio ante un tribunal judío siempre y cuando existiese una poderosa razón. Se dan muy pocas bases para que la esposa pida el divorcio. Estas bases incluyen: Un esposo con defectos físicos o enfermedades de la piel, un esposo que no cumpla con sus obligaciones conyugales, etc.

El tribunal podía apoyar el pedido de divorcio de la esposa pero no podía disolver el matrimonio. Sólo el esposo puede disolver el matrimonio dándole a la esposa la carta de divorcio. El tribunal  podía flagelarlo, multarlo, encarcelarlo y excomulgarlo para obligarlo a que entregue la carta de divorcio a su esposa.

Sin embargo, si el esposo es lo suficientemente terco, puede rehusarse a darle el divorcio a su esposa y mantenerla ligada a él indefinidamente. Peor aún, podía abandonarla sin otorgarle el divorcio y dejarla sin marido y sin divorcio. Él puede casarse con otra mujer o incluso vivir con cualquier mujer soltera fuera del matrimonio y tener hijos con ella (estos hijos son considerados legítimos para la ley judía).

La esposa abandonada, por otro lado, no puede casarse con otro hombre ya que aún está casada y no puede vivir con ningún otro hombre porque será considerada adúltera y los hijos de esa unión serán ilegítimos por diez generaciones. Una mujer en una situación así es llamada agunah (mujer encadenada). [Swidler, óp. cit., pp. 162- 163]

En los Estados Unidos, en la actualidad, hay alrededor de 1.000 a 1.500 mujeres judías que son agunot (plural de agunah), mientras que en Israel, su número puede llegar a 16.000. Los esposos extorsionarían por cientos de dólares a sus entrampadas esposas a cambio de un divorcio judío. [The Toronto Star, 8 de abril de 1995]

El Islam está en el punto medio entre el cristianismo y el judaísmo con respecto al divorcio. El matrimonio en el Islam es un lazo santificado que no debe ser roto sino por razones convincentes. Se enseña a las parejas a buscar todas las soluciones posibles cada vez que el matrimonio peligra.

No se debe recurrir al divorcio excepto cuando no existe otra salida. En resumidas cuentas, el Islam reconoce el divorcio, aunque lo desalienta por todos los medios. Enfoquémonos en la parte del reconocimiento, primero. El Islam reconoce el derecho de ambas partes a terminar con la relación matrimonial. El Islam da al esposo el derecho de Talaq (divorcio). Más aún, el Islam, a diferencia del judaísmo, otorga a la esposa el derecho de disolver el matrimonio a través de lo que es conocido como Khula’. [Sabiq, óp. cit., pp 318- 3329. Ver también Muhammad al Ghazali, Qadaya al Mar’aa bin al Taqalid al Rakida wal Wafida (El Cairo: Dar al Shoruq, 4º edición, 1992) pp. 178- 180]

Si el esposo disuelve el matrimonio al divorciarse de su esposo, no puede recuperar ninguno de los regalos de boda que le ha dado. El Corán, de manera explícita, prohíbe que los esposos que se divorcian recuperen sus regalos de boda, sin importar cuán costosos o valiosos sean esos regalos: “Y si queréis cambiar de esposa y le habíais dado a una de ellas un quintal, no volváis a tomar nada de él. ¿Ibais a tomarlo con infamia y pecado manifiesto?” (4: 20)

En el caso que la esposa elija finalizar el matrimonio, ella puede devolver los regalos de boda a su esposo. Devolver los regalos de boda, en este caso, es una justa compensación para el esposo que desea conservar a su esposa, mientras que ella elige dejarlo. El Corán ha enseñado a los hombres musulmanes que no recuperen ninguno de los presentes que les hayan dado a sus esposas, excepto cuando la mujer elige disolver el matrimonio:

“No es lícito recuperar nada de lo que le disteis, a menos que las dos partes teman no observar las leyes de Allah. Y, si teméis que no observen las leyes de Allah, no hay inconveniente que ella obtenga su libertad indemnizando al marido. Éstas son las leyes de Allah, no las violéis.” (2: 229)

Una mujer había ido donde el Profeta Muhammad, buscando la disolución de su matrimonio, le dijo al Profeta que no tenía queja alguna sobre el carácter o costumbres de su esposo. Su único problema era, honestamente, que a ella él no le agradaba, al punto de no ser capaz de vivir más con él.

El Profeta le preguntó: “¿Le devolverías su jardín? (el presente de bodas de él había sido un jardín). Ella dijo: “Sí.” El Profeta entonces le indicó al hombre que recuperara su jardín y aceptase la disolución del matrimonio. (Bukhari)

En ciertos casos, una esposa musulmana podría estar deseosa de mantener su matrimonio, pero se encuentra obligada a pedir el divorcio por algunas razones de peso como: la crueldad del esposo, el abandono sin motivos, un esposo que no cumple con sus responsabilidades conyugales, etc. En estos casos, el tribunal musulmán disuelve el matrimonio [Sabiq, óp. cit., pp 318- 329. Ver también Muhammad al Ghazali, óp. cit., pp 313-318]

En resumen, el Islam ha ofrecido a las musulmanas algunos derechos inigualables: puede poner fin al matrimonio a través de Khula’ y puede demandar el divorcio. Una esposa musulmana jamás puede quedar encadenada a un marido recalcitrante. Fueron estos derechos lo que atrajeron a las judías que vivían en las primeras sociedades islámicas del S. VII, D. C., a buscar la obtención de la carta de divorcio de sus esposos judíos en los tribunales musulmanes. Los rabinos declararon estas cartas nulas. Para poner fin a esta práctica, los rabinos concedieron nuevos derechos y privilegios a las judías, en un intento de debilitar la apelación a los tribunales musulmanes. A las mujeres judías que vivían en los países cristianos no se les brindaron los mismos privilegios, ya que la ley romana de divorcio vigente no era más atrayente que la ley judía. [David W. Amram, The Jewish Law of Divorce According to Bible and Talmud (Filadelfia: Edward Stern & Co., Inc, 1896) pp. 125- 126]

Enfoquemos nuestra atención en cómo el Islam desalienta el divorcio. El Profeta del Islam dijo a los creyentes que:

“Entre los actos permitidos, el divorcio es el más odioso para Dios.” (Abu Dawud)

Un musulmán no debe divorciarse de su esposa sólo porque le desagrada. El Corán enseña a los musulmanes a ser amables con sus esposas, incluso en caso de emociones indiferentes o sensación de desagrado:

“Comportaos con ella como es debido. Y si os resultan antipáticas, puede que Allah haya puesto mucho bien en el objeto de vuestra antipatía.” (4: 19)

El Profeta Muhammad dio instrucciones parecidas:

“Un creyente no debe odiar a una creyente. Si le desagrada alguna de sus características, puede complacerse con otras.” (Muslim)

El Profeta también ha recalcado que los mejores musulmanes son aquellos que son los mejores con sus esposas:

“Los creyentes que muestran la más perfecta fe son aquellos que tienen el mejor carácter y los mejores de ustedes son los que son mejores con sus esposas.” (Tirmidthi)

No obstante, el Islam es una religión práctica y reconoce que existen circunstancias en las que un matrimonio se halla al borde del colapso. En tales casos, un mero consejo de amabilidad o la autor restricción no son soluciones posibles. Entonces, ¿qué hacer para salvar un matrimonio en esos casos?

El Corán ofrece algunos consejos prácticos para los cónyuges cuya pareja es quien actúa equivocadamente. Para el esposo cuya esposa tiene un mal comportamiento que amenaza el matrimonio, el Corán da cuatro tipos de consejo, según se detallan en los siguientes versículos:

“¡(1) Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, (2) dejadlas solas en el lecho, (3) pegadles! Si os obedecen no os metáis más con ellas. Allah es excelso, grande. Si teméis una ruptura entre los esposos, nombrad un árbitro dela familia de él y otro de la de ella. Si desean reconciliarse Allah hará que lleguen a un acuerdo.” (4: 34- 35)

Al principio se deben intentar las tres primeras. Si fallan, entonces se debe buscar la ayuda de las familias involucradas. Debe notarse, a la luz de los versículos anteriores, que pegar a la esposa rebelde es una medida temporaria a la que se recurre en tercer lugar en caso de extrema necesidad, con la esperanza que sea el remedio de la esposa que actúa equivocadamente.

Si funciona, el esposo no tiene permitido continuar molestando a su esposa por ningún medio, como es mencionado de manera explícita en el versículo. Si no funciona, el esposo ya no tiene permitido recurrir a esa medida y tiene que intentarse la vía final de la reconciliación asistida por la familia.

El Profeta Muhammad ha instruido a los esposos musulmanes que no deben recurrir a estas medidas a menos que se trate de un caso extremo como lascivia manifiesta por parte de la esposa. Incluso en estos casos, el castigo debe ser suave y si la esposa desiste, el esposo no tiene permitido molestarla:

“En caso que sean culpables de lascivia manifiesta, podéis dejarlas solas en sus lechos e infligirle un suave castigo. Si os obedecen, no buscar contra ella otros medios para molestarlas.” (Tirmidthi)

Además, el Profeta del Islam ha condenado cualquier golpe injustificado. Algunas esposas musulmanas se quejaron ante él que sus esposos las habían golpeado. Al oír esto, el Profeta afirmó de manera categórica:

“Aquellos que hagan eso (golpear a sus esposas)  no son los mejores entre ustedes.” (Abu Dawud)

Debe recordase en este punto que el Profeta también ha dicho:

“El mejor de entre ustedes es el mejor para su familia, y yo soy el mejor de ustedes para mi familia.” (Tirmidthi)

El Profeta aconsejó a una musulmana, cuyo nombre era Fátima bint Qasis, que no se case con un hombre conocido por golpear a las mujeres:

“Acudí al Profeta y dijo: “Abul Jahm y Mu’awiah me han propuesto matrimonio.” El Profeta (a modo de consejo) dijo: “Respecto de Mu’awiah, es muy pobre y Abul Jahm está acostumbrado a pegarle a las mujeres.” (Muslim)

Debe notarse que el Talmud sanciona el pegar a las esposas como castigo con el propósito de disciplinarlas. [Epstein, óp. cit., p. 219]

Para la esposa cuyo matrimonio está por colapsar a causa de la mala conducta del marido, el Corán le brinda el siguiente consejo:

“Y si una mujer teme malos tratos o aversión por parte de su marido, no hay inconveniente que se reconcilien, pues es mejor la reconciliación.” (4: 128)

En este caso, se le aconseja a la esposa que busque la reconciliación con su esposo (con o sin ayuda familiar). Es notable que el Corán no esté aconsejando a la esposa que recurra a las dos medidas de abstención  sexual y golpes. La razón para esta disparidad puede ser proteger a la esposa de una violenta reacción psíquica por parte del ya desconsiderado esposo. Una reacción física tal haría más daño que bien tanto a la esposa como al matrimonio. Algunos académicos musulmanes han sugerido que el tribunal puede aplicar estas medidas en contra del esposo en representación de la esposa. Es decir, el tribunal primero advertiría al esposo rebelde, luego le prohibiría que comparta el lecho con su esposa, y finalmente ejecute el golpe simbólico. [Muhammad Abu Zahra, Usbu al Fiqh al Islam (El Cairo: al Majlis al A’la li Ri’ayat al Funun, 1963) p. 66]

Para resumir, el islam ofrece a los matrimonios musulmanes consejos mucho más viables para salvar sus matrimonios en caso de problemas y tensiones. Si una de las partes está poniendo en peligro la relación matrimonial, la otra parte es aconsejada por el Corán para que haga todo lo posible y efectivo para salvar el vínculo sagrado. Si todas las medidas fracasan, el Islam permite a las partes que se separen en paz y de manera amigable.

11. Madres

El Antiguo Testamento en varios lugares ordena el trato amable y considerado de los padres y condena a aquellos que los deshonren. Por ejemplo, “Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá.” (Levítico 20:9) y “El hijo sabio alegra al padre, mas el hombre necio menosprecia a la madre.”  (Proverbios 15: 20)

Aunque sólo  honrar al padre es mencionado en ciertos lugares, p. e.: “El hijo sabio recibe consejo del padre.” (Proverbios 13: 1), jamás es mencionada la madre sola. Además, no existe especial énfasis en el trato amable a la madre como signo de aprecio por su gran sufrimiento en el parto y amamantamiento. Aparte, las madres no heredan algo de sus hijos mientras que los padres lo hacen. [Epstein, óp. cit., p. 122]

Es difícil hablar del Nuevo Testamento como una escritura que llama a honrar a la madre. Por el contrario, se tiene la impresión que el Nuevo Testamento considera el trato amable a las madres como un impedimento en el camino a Dios. De acuerdo al Nuevo Testamento, no se puede ser un   buen cristiano merecedor de transformarse en discípulo de Jesús a menos que se odie a la madre. Se le atribuye a Jesús haber dicho: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y a madre, y mujer e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14: 26)

Además, el Nuevo Testamento pinta un cuadro de un Jesús indiferente, e incluso irrespetuoso, hacia su propia madre. Por ejemplo, cuando había ido a buscarlo mientras predicaba ante la multitud, él no se molestó en salir a verla: “Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, mandaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Porque todo aquél que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.” (Marcos 3: 31- 35)

Podría afirmarse que Jesús estaba intentando enseñar a su audiencia una lección importante, que los lazos religiosos no son menos importantes que los lazos familiares. Sin embargo, podría haber enseñado a sus escuchas la misma lección sin mostrar tal indiferencia absoluta hacia su madre. La misma actitud irrespetuosa es descripta cuando se rehúsa a apoyar una afirmación hecha por  un miembro de su audiencia bendiciendo el rol de su madre al darlo a luz y alimentarlo: “Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11: 27- 28)

Si una madre de la estatura de la virgen María había sido tratada con tanta descortesía, como lo describe el Nuevo Testamento, por un hijo de la estatura de Jesucristo, entonces, ¿cómo debe tratar una madre cristiana promedio ser tratada por sus hijos cristianos promedio? En el Islam, el honor, el respeto y la estima ligados a la maternidad no tienen parangón. El Corán pone la importancia de la amabilidad: “Tu Señor ha decretado que no podéis servir sino a Él y que debéis ser buenos con vuestros padres. Si ambos o uno de ellos envejecen en tu casa, no les digas: ‘¡Uf!’ y trates con antipatía, sino sé cariñoso con ellos. Por piedad, muéstrate deferente con ellos y di: ‘¡Señor, ten misericordia de ellos como ellos la tuvieron cuando me educaron siendo niño!” (17: 23- 24)

El Corán es muchos otros lugares pone especial énfasis en el gran rol de la madre al dar al luz y alimentar: “Hemos ordenado al hombre con respecto a sus padres- su madre le llevó sufriendo pena tras pena y le destetó a los dos años- : ‘Sé agradecido conmigo y con tus padres’.” (31: 14)

El muy especial lugar de las madres en el islam ha sido descripto de manera elocuente por el Profeta Muhammad: “Un hombre le preguntó al Profeta: ‘¿A quién debo honrar más?’ Y el Profeta contestó: ‘A tu madre.’ ‘¿Y luego?’ preguntó el hombre. El Profeta contestó: ‘’A tu madre.’ ¿Y luego a quién?’ preguntó el hombre. El Profeta contestó: ‘¡A tu madre!’ ‘Y luego, ¿a quién?’ preguntó el hombre. El Profeta contestó: ‘A tu padre.’ (Bukhari y Muslim) Entre los pocos preceptos del Islam que los musulmanes observan fielmente en la actualidad es el del considerado trato a las madres. El honor que reciben las madres musulmanas por parte de sus hijos e hijas es ejemplar. Las intensamente cálidas relaciones entre las madres musulmanas y sus hijos y el profundo respeto con que los hombres musulmanes se acercan a sus madres habitualmente sorprenden a los occidentales. [Armstrong, óp. cit., p. 8]

12. ¿Herencia Femenina?

Una de las diferencias más importantes entre el Corán y la Biblia es su actitud hacia la herencia femenina de la propiedad de sus parientes fallecidos. La actitud bíblica ha sido descripta brevemente por el rabino Epstein: “La continua e inquebrantable tradición desde los días bíblicos no da a los miembros femeninos del hogar, esposa e hijas, derecho de sucesión a la herencia de la familia. En el esquema de sucesión más primitivo, los miembros femeninos de la familia estaban considerados parte de la herencia y tan lejanas de la personalidad legal de un heredero como lo estaban los esclavos.

Mientras que por el decreto mosaico las hijas eran admitidas a la sucesión en el caso que ya no hubiere hombres, la esposa no era reconocida como heredera siquiera en esas condiciones.” [Epstein, óp. cit., p. 175] ¿Por qué los miembros femeninos de la familia eran considerados parte de la herencia familiar? El rabino Epstein tiene la respuesta: “Son poseídas, antes del matrimonio, por el padre; después del matrimonio, por el esposo.” [Epstein, óp. cit., p. 121]

Las reglas bíblicas de la herencia son delineadas en Números 27: 1- 11. Una esposa no recibe parte de la herencia de su esposo, mientras que él es su primer heredero, incluso antes que sus hijos. Una hija puede heredar solo si no existen herederos varones. Una madre no es para nada una heredera mientras esté el padre. Las viudas y las hijas, en caso que haya hijos varones, quedaban para ser alimentadas a merced de los herederos masculinos. Por ellos es que las viudas y las huérfanas se hallaban entre los miembros más desposeídos de la sociedad judía.

El cristianismo ha imitado el modelo mucho tiempo. Tanto las leyes civiles como eclesiásticas de la cristiandad excluían a las hijas de compartir con sus hermanos el patrimonio paterno. Además, las esposas eran privadas de cualquier derecho a heredar. Estas leyes desiguales sobrevivieron hasta finales del S. XIX. [Gage, óp. cit., p. 142]

Entre los árabes paganos antes del islam, los derechos hereditarios eran exclusivos de los parientes varones. El Corán abolió todas estas injustas costumbres y les otorgó a todas las parientes mujeres una porción hereditaria: “Sea para los hombres una parte de los que padres y parientes más cercanos dejen; y para las mujeres una parte de los que padres y parientes más cercanos dejen. Poco o mucho, es una parte determinada.” (4: 7) Las madres, esposas, hijas y hermanas  musulmanas habían recibido derechos hereditarios mil trescientos años antes que Europa reconociera que estos derechos existiesen siquiera. La división de la herencia es una materia amplia con una enorme cantidad de detalles (4: 7, 11, 12, 176)

La regla general es que la parte de las mujeres es la mitad de la de los hombre, excepto en el caso de la madre que recibe parte igual que el padre. Esta regla general, si es toma apartada de las demás legislaciones concernientes a los hombres y mujeres, puede parecer injusta. Para entender la razón detrás de esta regla, se debe tener en cuenta el hecho que las obligaciones financieras del hombre en el Islam exceden en mucho a las de las mujeres (ver la sección “¿Propiedad de la Esposa?”). Un novio debe dar a su novia un presente de bodas. Este presente se vuelve de total propiedad de la novia y así permanece, incluso si luego se divorcian.

La novia no tiene obligación de dar presentes a su novio. Además, el esposo musulmán tiene la carga de la manutención de su esposa e hijos. La esposa, por otro lado, no tiene obligación de ayudarlo a este respecto. Las propiedades y ganancias de ella son para su uso exclusivo a menos que ella las ofrezca a su esposo de manera voluntaria.

Aparte, se tiene que comprender que el Islam aboga, de manera vehemente, por la vida familiar. Alienta fuertemente a los jóvenes a que se casen, desalienta el divorcio, y no contempla al celibato como una virtud. Por lo tanto, en una sociedad verdaderamente islámica, la vida familiar es la norma y la vida en soltería es una rara excepción. Es decir, casi todas las mujeres y varones en edad núbil se hallan casados en una sociedad islámica.

A la luz de estos hechos, se apreciaría que los hombres musulmanes, en general, tienen mayores cargas financieras que las musulmanas y, por lo tanto, las reglas de la herencia están destinadas a compensar este desequilibrio, de modo que la sociedad viva libre de todo conflicto de género o clase. Después de una simple comparación entre los derechos y deberes financieros de las musulmanas. Una musulmana británica ha concluido que el Islam ha tratado a las mujeres no sólo justa, sino también generosamente. [B. Aisha Lemu y Fatima Heeren, Woman in Islam (Londres: Islamic Foundation, 1978), p. 23]

13. El Drama de las Viudas.

Como el Antiguo Testamento no les reconocía derechos hereditarios, las viudas se hallaban entre los más vulnerables de entre la población judía. Los parientes masculinos que heredaban todas las propiedades del esposo fallecido de una mujer, tenían que sustentarla con esa herencia. Sin embargo, las viudas no tenían modo de asegurarse que este sustento fuera llevado a cabo y vivían a merced de los demás. Por lo tanto, las viudas se hallaban entre las clases más bajas en el antiguo Israel y la viudez era considerada un símbolo de inmensa degradación. (Isaías 54: 4)

Pero el drama de una viuda en la tradición bíblica se extendía más allá de su exclusión de la propiedad de su esposo. De acuerdo con Génesis 38, una viuda sin hijos tenía que casarse con el hermano de su esposo, aunque ya se hallare casado, de modo de tener descendencia para su hermano fallecido, de modo de asegurar la perduración del nombre de su hermano: “Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano.” (Génesis 38: 8)

No se necesita el consentimiento de la viuda para este matrimonio. La viuda es tratada como parte de la propiedad de su difunto esposo, cuya principal función es asegurar la posteridad de su marido. Esta ley bíblica aún es practicada en el Israel actual. [Hazelton, óp. cit., pp 45- 46]

En Israel, una viuda sin hijos  es legada al hermano de su esposo. Si el hermano es demasiado joven para casarse, ella debe esperar que él tenga la edad suficiente para hacerlo. Si el hermano de su fallecido esposo rehusara casarse con ella, ella queda libre y puede casarse con cualquier hombre que elija. No es un fenómeno infrecuente  en Israel que las viudas sean objeto de chantaje por parte de sus cuñados para obtener su libertad.

Los árabes paganos, antes del Islam, tenían prácticas similares. Una viuda era considerada parte de la propiedad de su marido, heredada por los herederos masculinos de él, habitualmente era dada en matrimonio al hijo mayor de su esposo, tenido con otra esposa. El Corán atacó ferozmente y abolió esta denigrante costumbre: “En adelante, no os caséis con las mujeres con que han estado casados vuestros padres. Sería deshonesto y aborrecible.” (4: 22)

Las viudas y divorciadas estaban tan mal vistas en la tradición bíblica que un sumo sacerdote no podía casarse con una viuda, una divorciada o una prostituta: “Tomará por esposa a  una mujer virgen. No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer, para que no profane su descendencia en sus pueblos.” (Levítico, 21: 13- 15)

En el actual Israel, un descendiente de la casta Cohen (los sumos sacerdotes en la época del templo) no podía casarse con una divorciada, una viuda o una prostituta. [Hazelton, óp. cit., p. 47]

En la legislación judía, una mujer que ha quedado viuda tres veces con tres maridos que han fallecido de muerte natural es considerada “fatal” y tiene prohibido volver a casarse. [Hazelton, óp. cit., p. 49]

Por otro lado, el Corán no reconoce castas ni personas fatales. Las viudas y las divorciadas tienen la libertad de casarse con quien ellas elijan. No existe estigma asociado al divorcio o la viudez en el Corán: “Cuando repudiéis a vuestras mujeres y estas alcancen su término, retenedlas como se debe o dejadlas en libertad como se debe ¡No las sujetéis a la fuerza, en violación a las leyes de Allah!” (2: 231)

“Las viudas que dejéis deben esperar cuatro meses y diez días; pasado ese tiempo ya no seréis responsables de lo que ellas dispongan de sí mismas conforme al uso.” (2: 234)

“Los que de vosotros mueran dejando esposas deberían testar en favor de ellas para su mantenimiento por un año sin echarlas. Y, si ellas se van, no se os reprochará lo que ellas hagan honradamente respecto a su persona.” (2: 240)

14. Poligamia

Abordemos ahora la importante cuestión de la poligamia. La poligamia es una práctica muy antigua encontrada en muchas sociedades humanas. La Biblia no condenaba la poligamia. Al contrario, el Antiguo Testamento y los escritos rabínicos a menudo afirmaban la legalidad de la poligamia. Se dice que el rey Salomón tenía 700 esposas y 300 concubinas (1Reyes, 11: 3). También se dice que el rey David tenía muchas esposas y concubinas (2 Samuel 5: 13). El Antiguo Testamento ordena acerca de cómo distribuir la propiedad de un hombre entre sus hijos y diferentes esposas (Deuteronomio, 22: 7)

La única restricción a la poligamia es la prohibición de tomar a la hermana de la esposa como esposa rival. (Levítico 18: 18)

El Talmud aconseja un máximo de cuatro esposas [Swidler, óp. cit., pp. 144- 148]

Los judíos europeos continuaron con la práctica de la poligamia hasta el S. XVI. Los judíos orientales practicaban regularmente la poligamia hasta que llegaron a Israel, donde está prohibida  por la ley civil.

No obstante, bajo la ley religiosa, que se antepone a la ley civil en dichos casos, es permisible. [Hazelton, óp. cit., pp. 44- 45]

¿Qué sucede en el Nuevo Testamento? De acuerdo al padre Eugene Hillman, en su esclarecedor libro “Polygamy Reconsidered”: “En ningún lugar del Nuevo Testamento existe un mandamiento explícito que el matrimonio debe ser monógamo o un mandamiento explícito que prohíba la poligamia.” [Eugene Hillman, Polygamy Reconsidered: African Plural marriage and the Christian Churches (Nueva York: Orbis Books, 1975) p. 140]

Además, Jesús no ha hablado en contra de la poligamia a pesar de ser practicada por los judíos de su sociedad. El padre Hillman enfatiza que el hecho que la Iglesia de Roma prohíbe la poligamia para conformar a la cultura grecorromana (que prescribía sólo una esposa legal, en tanto que toleraba el concubinato y la prostitución). Citó a San Agustín: “Ahora ciertamente, en nuestra época, y manteniendo la costumbre romana, ya no está permitido tomar otra esposa.” [Eugene Hillman, óp. cit.,  p. 17]

Las iglesias africanas y cristianas africanas a menudo recuerdan a sus hermanos europeos que la prohibición de la poligamia por parte de la Iglesia es una tradición cultural y no un auténtico mandato cristiano. El Corán, también, permite la poligamia, pero con ciertas restricciones: “Si teméis no ser equitativo con los huérfanos, entonces, casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero, si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas.” (4: 3)

El Corán, contrariamente a la Biblia, limita el máximo número de esposas a cuatro bajo la estricta condición de tratar a las esposas equitativa y justamente. No debe entenderse que el Corán está exhortando a los creyentes a practicar la poligamia, o que la poligamia está considerada como un ideal. En otras palabras, el Corán ha “tolerado” o “permitido” la poligamia, nada más, pero ¿por qué? ¿Por qué se permite la poligamia? La respuesta es simple: existen lugares y momentos en los que existe una obligación social y razones morales para la poligamia.

Como lo indica el anterior versículo coránico, el tema de la poligamia en el Islam no puede ser entendido separado de las obligaciones comunitarias hacia los  huérfanos y viudas. El Islam es una

religión universal adecuada para todos los lugares y todos los tiempos que no podía ignorar estas imperiosas obligaciones.

En la mayoría de las sociedades humanas, las mujeres superan en número a los hombres. En los EEUU, existen, al menos, ocho millones más de mujeres que de hombre. En un país como Guinea, existen 122 mujeres por cada 100 hombres. En Tanzania, existen 95,1 hombres por cada 100 mujeres. [Eugene Hillman, óp. cit., pp. 88- 93]

¿Qué debe hacer una sociedad frente a proporciones tan desequilibradas? Existen varias soluciones, algunas sugieren el celibato, otras prefieren en infanticidio femenino (lo que aún ocurre en ciertas sociedades del mundo).

Otros pensarán que la única salida es que la sociedad deba tolerar todas las formas de permisividad sexual: prostitución, sexo extramatrimonial, homosexualidad, etc. Para otras sociedades, como la mayoría de las sociedades africanas en la actualidad, la vía más honorable es permitir el matrimonio poligámico como una institución culturalmente aceptada y socialmente respetada. El punto que a menudo es mal entendido en Occidente es que las mujeres en otras culturas no necesariamente ven la poligamia como una señal de degradación femenina.

Por ejemplo, muchas jóvenes novias africanas, tanto cristianas como musulmanas o de otra religión, preferirían contraer matrimonio con un hombre casado que ya ha probado ser un esposo responsable. Muchas esposas africanas alientan a sus esposos a tener una segunda esposa de modo de no sentirse solas. [Eugene Hillman, óp. cit., pp. 92- 92]

Una investigación sobre seiscientas mujeres, de entre 15 y 59 años, llevada a cabo en la segunda ciudad más importante de Nigeria, demostró que el 60% de esas mujeres estarían complacidas si sus esposos tomaran otra esposa. Sólo el 23% expresó enojo ante la idea de compartirlo con otra esposa.

El setenta y seis por ciento de las mujeres en una encuesta realizada en Kenia, veían positivamente a la poligamia. En una encuesta llevada a cabo en Kenia rural, 25 de 27 mujeres consideraban a la poligamia mejor que a la monogamia. Estas mujeres sienten que la poligamia puede ser una experiencia feliz y beneficiosa si las coesposas cooperan entre sí. Philip L. Kilbride, Plural Marriage For Our Times (Westport, Connecticut: Bergin & Garvey, 1994) pp. 108- 109]

La poligamia, en la mayoría de las sociedades africanas es una institución tan respetable que algunas iglesias protestantes están volviéndose más tolerantes hacia ella. Un obispo de la Iglesia Anglicana de Kenia declaró que: “A pesar que la monogamia puede ser el ideal para la expresión del amor entre los esposos, la iglesia debe considerar que en ciertas culturas la poligamia es socialmente aceptable y que la creencia que la poliginia es contraria a la cristiandad ya no es sostenible.” [The Weekly Review, 1 de agosto de 1987]

Después de un cuidadoso estudio de la poligamia africana, el Reverendo David Gitari, de la Iglesia Anglicana, ha concluido que la poligamia, practicada de manera ideal, es más cristiana que el divorcio y nuevo matrimonio, en lo concerniente a las esposas e hijos abandonados. [Kilbride, óp. cit., p. 126] Personalmente sé de algunas esposas africanas sumamente educadas que, a pesar de haber vivido en Occidente por muchos años, no tienen objeción alguna acerca de la poligamia. Una de ellas, que vive en los EEUU, exhorta solemnemente a su esposo a buscar una segunda esposa para que la ayude a criar a los niños.

El problema de las proporciones desequilibradas de los sexos se vuelve verdaderamente problemática en tiempos de guerra. Las tribus de indios nativos norteamericanos solían sufrir proporciones altamente desequilibradas de sexo después de las pérdidas en tiempos de guerra. Las mujeres en estas tribus, que de hecho gozaban de un estatus elevado, aceptaban la poligamia como la mejor protección en contra de la permisividad de actividades indecentes. Los colonos europeos, sin ofrecer alternativa alguna, condenaron esta poligamia indígena como “incivilizada”. [John D’Emilio y Estelle B. Freedman, Intimate Matters: A History if Sexuality in America (Nueva York: Harper & Row Publishers, 1988) p. 87]

Después de la Segunda Guerra Mundial, había 7.300.000 mujeres más que hombre en Alemania (3.3 millones eran viudas). Había 100 hombres de entre 20 y 30 años por cada 167 mujeres en ese grupo etario. [Ute Frevert, Women in German History: From Bourgeois Emancipation to Sexual Liberation (Nueva York: Berg Publishers, 1988) pp. 263- 264]

Muchas de estas mujeres necesitaban un hombre no sólo como compañero, sino también como proveedor del hogar en una época de miseria y penuria sin precedentes. Los soldados del victorioso Ejército Aliado explotaron la vulnerabilidad de estas mujeres. Muchas jóvenes y viudas tenían relaciones con miembros de las fuerzas de ocupación. Muchos soldados norteamericanos y  británicos pagaron por su placer con cigarrillos, chocolates y pan. Los niños estaban extasiados con los regalos que traían estos extraños. Un niño de diez años al oír a otros niños acerca de estos regalos, deseaba con todo su corazón un “inglés” para su madre, de modo que ella no tuviera que pasar más hambre. [Ute Frevert, óp. cit., pp. 257- 258]

En este punto tenemos que preguntar a nuestras consciencias: ¿qué dignifica más a una mujer? ¿Una segunda esposa aceptada y respetada como en el enfoque de los nativos indígenas o una virtual prostituta como en el enfoque de los “civilizados” aliados? En otras palabras, ¿qué es mas dignificante para una mujer: la prescripción coránica o la teología basada en la cultura del Imperio Romano?

Es interesante notar que en una conferencia internacional de jóvenes, mantenida en Múnich, en 1948, fue discutido el problema de la proporción sexual altamente desequilibrada en Alemania. Cuando quedó claro que no se llegaría a un acuerdo en cuanto a la solución, algunos participantes propusieron la poligamia. La reacción inicial de los reunidos fue una mezcla de conmoción y disgusto. Sin embargo, luego de un cuidadoso estudio de la propuesta, los participantes coincidieron que era la única solución posible. En consecuencia, la poligamia fue incluida entre las recomendaciones finales de la conferencia. [Saqib, óp. cit., p. 191]

Actualmente el mundo posee más armas de destrucción masiva que nunca antes y las iglesias europeas, tarde o temprano, pueden ser obligadas a aceptar la poligamia como la única salida. El padre Hillman ha reconocido este hecho. “Es bastante concebible que estas técnicas genocidas (nucleares, biológicas, químicas…) puedan producir de manera drástica un desequilibrio entre los sexos, de modo que el matrimonio plural se vuelva un medio necesario de supervivencia… Por lo tanto, contrario a la costumbre y ley  previas, una inclinación natural y moral superadora pueda surgir en favor de la poligamia. En tal situación, los teólogos y líderes de la iglesia, producirían rápidamente razones de peso y textos bíblicos para justificar una nueva concepción del matrimonio. [Hillman, óp. cit., p. 12]

En la actualidad, la poligamia continúa siendo una solución viable para algunos males sociales de las sociedades modernas. Las obligaciones comunitarias que el Corán menciona en asociación con el permiso de la poligamia son más visibles en la actualidad en algunas sociedades modernas occidentales que en África. Por ejemplo, en EEUU actual, existe una grave crisis en la comunidad negra.  Uno de cada veinte jóvenes negros morirá antes de cumplir los 21 años. Para aquellos que se hallan entre los 20 y 35 años, el homicidio es la principal causa de muerte. [Nathan Hare y Julie Hare, ed., Crisis in Black Sexual Politics (San Francisco: Black Think Tank, 1989) p. 25].

Además, muchos jóvenes negros se hallan desempleados, en prisión o usan drogas [Nathan Hare y Julie Hare, óp. cit., p. 26]. Como resultado, una de cada cuatro  mujeres negras, a los 40 años, jamás se ha casado en comparación con una de cada cien mujeres blancas [Kilbride, óp. cit., p. 95]

Es decir, muchas de estas desgraciadas mujeres negras están involucradas con hombres casados. Las esposas a menudo no son conscientes del hecho que otra mujer “comparte” sus esposos con ellas. Algunos observadores de la crisis derivada del compartir el hombre en la comunidad afroamericana, recomiendan fuertemente la poligamia consensual como una respuesta  a la escasez de hombres negros, hasta que se lleven a cabo reformas más abarcadoras en la sociedad norteamericana. [Kilbride, óp. cit., p. 95]

Por poligamia consentida quieren decir una poligamia que es sancionada por la comunidad y a la que todas las partes involucradas han consentido, como opuesta a la práctica habitualmente secreta de compartir un hombre, que va en detrimento tanto de la esposa como de la comunidad en general. El problema de compartir el hombre en la comunidad afroamericana era el tópico de un panel de discusión llevado a cabo en la Temple University de Filadelfia el 27 de enero de 1993 [Kilbride, óp. cit., pp 95- 99]. Algunos de los oradores recomendaron la poligamia como un remedio potencial para la crisis. También sugirieron que la poligamia no debería ser prohibida por ley, particularmente en una sociedad que tolera la prostitución y las amantes.

El comentario de una mujer del público acerca que los afroamericanos necesitaban a aprender de África, en donde la poligamia era practicada de manera responsable, obtuvo aplausos entusiastas. Philp Kilbride, un antropólogo de herencia católica romana, en su provocativo libro, Plural marriage for our time, propone la poligamia como una solución para algunos de los males de la sociedad norteamericana en general. Argumenta que el matrimonio plural puede ser útil como una alternativa potencial al divorcio en numerosos casos para obviar el impacto dañino del divorcio en muchos niños. Sostiene que muchos divorcios son causados por las descontroladas aventuras amorosas en la sociedad norteamericana. De acuerdo con Kilbride, queuna aventura extramatrimonial culmine en un matrimonio poligámico, antes que en un divorcio, es mejor para los hijos, “Sería mejor para los hijos si el aumento de la familia antes que sólo la separación y la disolución fuesen contempladas como opciones.” Además, sugiere que otros grupos también se beneficiarían del matrimonio plural tales como las mujeres mayores que enfrentan una escasez crónica de hombre y las afroamericanas involucradas en el compartir un hombre. [Kilbride, óp. cit., p. 118]

En 1987, un encuesta conducida por el periódico estudiantil de la Universidad de California, en Berkeley, preguntaba a los estudiantes su estaban de acuerdo con que se debería permitir a los hombres, a través de la ley, tener más de una esposa, como respuesta a la percibida escasez de candidatos masculinos para el matrimonio en California. Casi todos los estudiantes encuestados aprobaron la idea. Una estudiante incluso afirmó que un matrimonio polígamo satisfaría sus necesidades emocionales y físicas a la vez que le daría mayor libertad que una unión monógama. [Lang, óp, cit., p 172]

De hecho, este mismo argumento es también utilizado por las pocas mujeres fundamentalistas mormonas que aún practican la poligamia en los EEUU. Creen que la poligamia es un medio ideal para que la mujer tenga tanto una carrera como hijos ya que las esposas se ayudan unas a otras en el cuidado de los niños. [Kilbride, óp. cit., pp 72- 72]

Debe agregarse que la poligamia en el Islam es  una cuestión de consentimiento mutuo. Nadie puede forzar a una mujer a casarse con un hombre casado. Además, la esposa tiene el derecho de estipular que su esposo no debe casarse con alguna otra mujer como segunda esposa [Saqib, óp., cit., pp 187- 188]. La Biblia, por otro lado, a veces recurre a la poligamia forzosa (ver la sección “El Drama de las Viudas”), sin tener en cuenta su consentimiento (Génesis, 38: 8- 10)

Debe notarse que en muchas sociedades musulmanas actuales, la práctica de la poligamia es muy rara ya que la brecha entre el número de ambos sexos no es grande. Se puede decir, con seguridad, que la proporción de los matrimonios polígamos en el mundo musulmán es mucho menor que la proporción de aventuras extramatrimoniales en Occidente. En otras palabras, los hombres en el actual mundo musulmán son mucho más estrictamente monógamos que los hombres del mundo occidental.

Billy Graham, el famoso cristiano evangelista, ha reconocido este hecho: “La cristiandad no puede comprometerse en el tema de la poligamia. Si la cristiandad actual no puede hacer eso, es en su propio detrimento. El Islam ha permitido la poligamia como una solución a males sociales y ha permitido un cierto grado de amplitud a la naturaleza humana pero sólo dentro del marco estrictamente definido de la ley.”

Los países cristianos hacen todo un espectáculo de la monogamia, pero en realidad practican la poligamia. Nadie ignora el rol que juegan las amantes en la sociedad occidental. A este respecto, el Islam es fundamentalmente una religión honesta, y permite a un musulmán que se case con una segunda mujer si debe hacerlo, pero prohíbe estrictamente las asociaciones amatorias clandestinas para salvaguardar la probidad moral de la comunidad. [Abdul Rahman Doi, Woman in Shari’ah (Londres, Ta- Ha Publishers, 1994) p. 76]

Es interesante notar que muchos países, tanto musulmanes como no musulmanes, en el mundo actual han puesto fuera de la ley a la poligamia. Tener una segunda esposa, incluso con el libre consentimiento de la primera esposa, es una violación de la ley. Por otro lado, engañar a la esposa, sin su conocimiento o consentimiento, ¡es perfectamente legítimo en cuanto concierne a la ley! ¿Cuál es la sabiduría legal detrás de tal contradicción? ¿La ley está diseñada para recompensar la decepción y punir la honestidad? Es  una de las incomprensibles paradojas de nuestro moderno mundo “civilizado”.

15. El Velo

Finalmente, arrojemos algo de luz sobre lo que en Occidente es considerado el símbolo más grande de la opresión y servidumbre, el velo o la cubierta de la cabeza. ¿Es cierto que no existe el velo en la tradición judeocristiana? Pongamos las cosas en claro. De acuerdo con el rabino Dr. Menachem M. Brayer (profesor de Literatura Bíblica de la Universidad Yeshiva), en su libro The Jewish woman in Rabbinic literature, era costumbre entre las judías salir y estar en público con la cabeza cubierta que, a veces, incluso cubría incluso el rostro dejando un ojo al descubierto. [Menachem M. Brayer, The Jewish woman in Rabbinic literatura: A Psychological Perspective (Hoboken, Nueva Jersey: Ktav Publilshing House, 1986), p. 239]

Cita a algunos antiguos rabinos diciendo: “No es de las hijas de Israel el caminar con sus cabezas descubiertas”, y “Maldito sea el hombre que permite que el cabello de su esposa sea visto… una mujer que muestra su cabello para adornarse a sí misma trae pobreza.” La ley rabínica prohíbe la recitación de bendiciones o plegarias en presencia de una mujer casada con la cabeza descubierta ya que el cabello descubierto de una mujer está considerado “desnudez” [Menachem M. Brayer, óp. cit., pp. 316- 317. Ver También Swidler, óp. cit., pp. 121- 123].

El Dr. Brayer también menciona que “Durante el período tannaitico que una mujer no cubriera su cabeza era considerado una afrenta a su modestia. Cuando su cabeza estaba descubierta podía ser multada con cuatrocientos zuzim por ese delito.” El Dr. Brayer también explica que el velo de una judía no siempre era considerado una señal de modestia. El velo personificaba la dignidad y superioridad de las mujeres nobles. También representaba la inaccesibilidad de una mujer como una posesión santificada de su esposo. [Menachem M. Brayer, óp. cit., p. 139]

El velo significaba el propio respeto de una mujer y su posición social. Las mujeres de las clases más bajas a menudo usaban el velo para dar la impresión de una posición más elevada. El hecho que el velo fuera el signo de nobleza era la razón por las que las prostitutas no tenían permitido cubrirse el cabello en la antigua sociedad judía. No obstante, las prostitutas a menudo usaban un pañuelo en la cabeza para verse respetables. [Susan W. scheinder, Jewish and Female, (Nueva York: Simon & Schuster, 1984) p. 237]

Las judías de Europa continuaron usando velo hasta el S. XIX, cuando sus vidas se entremezclaron más con la cultura secular circundante. Las presiones externas de la vida europea en el S. XIX obligaron a muchas de ellas a salir con la cabeza sin cubrir. Algunas judías hallaban más conveniente remplazar su velo tradicional con una peluca como otro modo de cubrir su cabello. Actualmente, las mujeres judías más piadosas no se cubren el cabello excepto en la sinagoga. [Susan. W. Schneider, óp. cit., pp. 238- 239]

Algunas de ellas, como la secta jasídica, aún usan la peluca [Alexandra Wright, Judaism, en Holm and Bowker ed., óp. cit., pp 128- 129]

¿Y acerca de la tradición cristiana? Es bien sabido que las monjas católicas se han cubierto sus cabezas por cientos de años, pero eso no es todo. San Pablo, en el Nuevo Testamento hizo algunas afirmaciones interesantes acerca del velo: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.” (1 Corintios, 11: 3- 10)

La razón por la que San Pablo vela a las mujeres es porque el velo representa la señal de la autoridad del  hombre, que es la imagen y la gloria de Dios sobre la mujer, que fue creada de y para el hombre.

San Tertuliano, en su famoso tratado “De velandis Virginibus” escribió: “Jóvenes mujeres, usáis vuestros velos en las calles, de modo que debéis usarlos en la iglesia, los usáis cuando os halláis entre extraños, entonces usadlos entre vuestros hermanos…”

Entre las leyes canónicas de la Iglesia católica actual, existe una ley que exige a las mujeres que se cubran la cabeza en la iglesia [Clara M. Henning, “Canon Law and the Battle of the Sexes”, en Rosemary R. Ruether, ed., Religion andSexism: Images of Woman in the Jewish and Chritian Traditions (Nueva York: Simon and Schuster, 1974) p. 272]

Algunas denominaciones cristianas, como los amish y los menonitas por ejemplo, mantienen el uso del velo entre sus mujeres hasta la actualidad. La razón del velo, según dicen sus líderes eclesiásticos, es que “La cabeza cubierta es un símbolo de la sujeción de la mujer al hombre y a Dios”, que es la misma lógica presentada por San Pablo en el Nuevo Testamento [Donald B. Kraybill, The riddle of the Amish Culture (Blatimore: Johns Hopkins University Press, 1989) p. 56]

De toda la evidencia antes mencionada, es obvio que el islam no inventó la cubierta de la cabeza. No obstante, el Islam la apoya. El Corán insta a los creyentes y a las creyentes a que bajen su mirada y cuiden su modestia y luego insta a las creyentes que extiendan la cubierta de su cabeza hasta cubrir el cuello y el escote:

“Di a los creyentes que bajen la mirada con recato y que sean castos… Y di a las creyentes que bajen la mirada con recato, que sean castas y que no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo…” (24: 30- 31)

El Corán es bastante claro con que el velo es esencial para el recato, pero por qué es importante el recato. El Corán continúa siendo claro: “¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor para que se las distinga y no sean molestadas.” (33: 59)

Este es todo el punto, el recato es prescripto para proteger a las mujeres de las molestias o simplemente, el recato es protección. Por lo tanto, el único propósito del velo en el Islam es la protección. El velo islámico, a diferencia de la tradición cristiana, no es un símbolo de la autoridad del hombre por sobre la mujer ni un símbolo de la sujeción de la mujer al hombre. El velo islámico, a diferencia del velo en la tradición judía, no es una señal de lujo y distinción de algunas nobles casadas. El velo islámico es sólo una señal de recato con el propósito de proteger a las mujeres, a todas las mujeres. La filosofía islámica es que siempre es mejor prevenir que curar. De hecho, el Corán está tan preocupado con la protección del cuerpo y la reputación de las mujeres, que el hombre que se atreva a acusar falsamente a una mujer de falta de castidad ha de ser severamente castigado:

“A quienes difamen a mujeres honestas sin poder presentar cuatro testigos, flageladles con ochenta azotes y nunca más aceptéis su testimonio. Ésos son los perversos.” (24: 4)

Comparemos esta estricta actitud coránica con el extremadamente laxo castigo por violación en la Biblia:

“Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren descubiertos; entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días.” (Deuteronomio, 22: 28- 29)

Se debe realizar una pregunta sencilla aquí, ¿quién es realmente castigado? ¿El hombre que sólo paga una multa por violación, o la muchacha que es obligada a casarse con el hombre que la violó y a vivir con él hasta que muera? Otra pregunta que debe hacerse es: ¿cuál es más protector de las mujeres, la estricta actitud coránica o la laxa actitud bíblica?

Algunas personas, especialmente en Occidente, tenderían a ridiculizar todo el argumento del recato para protección. Su argumento es que la mejor protección es difundir la educación, el comportamiento civilizado y el autocontrol. Diremos: bien, pero no es suficiente. Si la “civilización” es protección suficiente, entonces ¿por qué las mujeres en Norteamérica no se atreven a caminar solas en las calles oscuras o incluso a caminar a través de un estacionamiento vacío? Si la educación es la solución, entonces ¿por qué es que una respetable universidad como la de Queen’s tiene un “servicio de caminar de vuelta a casa”, principalmente para las estudiantes del campus? Si el autocontrol es la respuesta, entonces ¿por qué existen casos de acoso sexual en los lugares de trabajo reportados por los noticieros todos los días? Una muestra de aquellos que fueron acusados de acoso sexual incluye:

Oficiales de la Marina, gerentes, profesores universitarios, senadores, jueces de la Suprema Corte, ¡y el Presidente de los Estados Unidos! No podía creer lo que veía cuando leí las siguientes estadísticas, escritas en un panfleto universitario, emitido por el Decano de la oficina Femenina de la Queen`s University: En Canadá, cada 6 minutos una mujer es agredida sexualmente, 1 de cada 3 mujeres, en Canadá, será agredida sexualmente en algún momento de su vida, 1 de cada 4 mujeres está en riesgo de ser violada o de sufrir un intento de violación en su vida, 1 de cada 8 mujeres será sexualmente agredida mientras concurre a la universidad, y un estudio halló que el 60% de los varones en edad universitaria dijo que cometería algún tipo de agresión sexual si tuvieran la certeza de no ser atrapados.”

Algo está fundamentalmente mal en la sociedad en la que vivimos. Es necesario un cambio radical en el estilo de vida de la sociedad y la cultura. Una cultura del recato es sumamente necesaria, recato en el vestir, en el hablar, y en las costumbres, tanto de hombres como de mujeres. De otro modo, las nefastas estadísticas crecerán empeorando día a día y, por desgracia, sólo las mujeres estarán pagando el precio. En realidad, todos sufrimos, pero como dijo K. Gibran: “…para quien recibe los puñetazos no es como para el que los cuenta.” [Khalil Gibran, Thoughts and Meditations (Nueva York: Bantam Books, 1960) p. 28]

Por lo tanto, una sociedad como Francia, que expulse a las jóvenes de las escuelas a causa de su vestimenta recatada está, al final, dañándose a sí misma. Es una de las grandes ironías de nuestro mundo actual que el mismo pañuelo reverenciado como un símbolo de “santidad” cuando es usado por las monjas católicas con el propósito de demostrar la autoridad del hombre, es denigrado como símbolo de “opresión” cuando se lo usa con el fin de proteger a las musulmanas.

Epilogo

La única pregunta que todos los no musulmanes, que habían leído una primera versión de este estudio, tenían en común era: ¿reciben las musulmanas en el mundo musulmán actual el noble tratamiento que está descripto aquí? La respuesta, infortunadamente, es: No. Ya que esta cuestión está en cualquier discusión concerniente al estatus de las mujeres en el Islam, tenemos que elaborar la respuesta para brindar al lector la imagen completa.

Tiene que dejarse en claro que las vastas diferencias entre las sociedades musulmanas vuelven muy simplista a la mayoría de las generalizaciones.  Existe un amplio espectro de actitudes hacia las mujeres en el actual mundo musulmán. Estas actitudes difieren de una sociedad a otra y dentro de la propia sociedad individual. No obstante, son discernibles ciertas tendencias generales.

Casi todas las sociedades musulmanas se han desviado, hasta un cierto punto, de los ideales del Islam con respecto al estatus de las mujeres. Estas desviaciones han ido, en su mayoría, en direcciones opuestas. La primera dirección es más conservadora, restrictiva y tradicionalista, en tanto la segunda es más liberal y occidentalizada. Las sociedades que se han desviado en la primera dirección tratan a las mujeres de acuerdo a las costumbres y tradiciones heredadas de sus antepasados. Estas tradiciones habitualmente privan a las mujeres de muchos derechos que les son otorgados por el Islam. Además, las mujeres son tratadas de acuerdo a estándares muy distintos de los aplicados a los hombres.

Esta discriminación impregna la vida de cualquier mujer: su nacimiento es recibido con menor alegría que el de un varón; es menos  proclive a  ser enviada a la escuela; puede ser privada de la parte que le corresponde en la herencia familiar; está bajo constante vigilancia para que no se comporte indecentemente mientras que los actos indecentes de sus hermanos son tolerados;  puede ser asesinada por hacer aquello que es alentado en los miembros masculinos de su familia; opina poco en los asuntos familiares o en los intereses comunitarios; puede no tener completo control sobre su propiedad y sus presentes de boda; y finalmente como madre, puede preferir tener varones de modo de alcanzar un mayor estatus en su comunidad.

Por otro lado, existen sociedades musulmanas (o ciertas clases dentro de algunas sociedades) que han sido invadidas por la cultura occidental y su modo de vida. Estas sociedades a menudo imitan impensadamente lo que sea que reciban desde Occidente y generalmente terminan adoptando los peores frutos de la civilización occidental. En estas sociedades, la principal prioridad en la vida de una mujer moderna “típica” es mejorar su belleza física.

Por lo tanto, a menudo está obsesionada con la forma, el talle y el peso  de su cuerpo.  Tiende a preocuparse más por su cuerpo que por su mente y más por sus encantos que por su intelecto. Su habilidad para encantar, atraer y excitar es más valorada en la sociedad que sus logros educativos, sus actividades intelectuales y trabajo social. No esperamos hallar una copia del Corán en su cartera ya que está llena de cosméticos que la acompañan donde sea. Su espiritualidad no tiene lugar en una sociedad que está preocupada en sus atractivos. Por lo tanto, pasará su vida luchando más por alcanzar su feminidad que de satisfacer su humanidad.

¿Por qué las sociedades musulmanas se desviaron de los intereses del Islam? No es fácil la respuesta. Una explicación perspicaz de las razones por las que los musulmanes no adhieren a la guía coránica con respecto a las mujeres puede estar más allá del campo de este estudio. Tiene que dejarse en claro, sin embargo, que las sociedades musulmanas se han desviado de los preceptos islámicos con respecto a muchos aspectos de su vida durante mucho tiempo. Existe una amplia brecha entre lo que se supone que creen los musulmanes y lo que realmente practican.

Esta brecha no es un fenómeno reciente. Ha estado presente por siglos y se ha estado ampliando día a día. Esta brecha siempre creciente ha tenido consecuencias desastrosas en el mundo musulmán que se manifestaron en casi todos los aspectos de la vida: tiranía y fragmentación política, atraso económico, injusticia social, bancarrota científica, estancamiento intelectual, etc. El estatus no islámico de las mujeres en el actual mundo musulmán es un mero síntoma de una enfermedad más profunda.

No se espera que cualquier reforma en el actual estatus de las musulmanas rinda frutos si no se acompaña de reformas más abarcadoras de todo el sistema de vida de las sociedades musulmanas.

El mundo musulmán necesita un renacer que se acerque a los ideales del Islam y no que se aleje de él.

Para resumir, la noción del bajo estatus de las musulmanas hoy, es porque el Islam está totalmente mal entendido. Los problemas de los musulmanes en general no se deben al demasiado apego al Islam, son la culminación de un largo y profundo desapego a él.

También tiene que acentuarse que el propósito detrás de este estudio comparativo no es, bajo ningún punto de vista, difamar al judaísmo o al cristianismo. La posición de las mujeres en la tradición judeocristiana puede parecer atemorizante para los estándares de finales de S. XX.

No obstante, tienen que ser observados dentro del propio contexto histórico. En otras palabras, cualquier evaluación objetiva de la posición de las mujeres en la tradición judeocristiana tiene que tener en cuenta las circunstancias históricas en las que se desarrolla esta tradición. No puede haber dudas acerca que los puntos de vista de los rabinos y los Padres de la Iglesia sobre las mujeres estaban influenciados por las actitudes prevalecientes hacia las mujeres en sus sociedades. La propia Biblia fue escrita por distintos autores en diferentes épocas.

Estos autores no podían haber sido impermeables a los valores y al modo de vida de las personas que los rodeaban. Por ejemplo, las leyes sobre el adulterio del Antiguo Testamento están tan influenciadas contra las mujeres que desafían la explicación racional de nuestra mentalidad.

No obstante, si consideramos el hecho que las primeras tribus judías estaban obsesionadas con su homogeneidad genética y extremadamente ansiosas por definirse de manera separada de las tribus circundantes y que sólo la falta de conducta sexual por parte de las mujeres casadas de las tribus podía amenazar esas preciadas aspiraciones, entonces debemos ser capaces de entender, pero no necesariamente simpatizar con, las razones de esta inclinación.

También las diatribas de los Padres de la Iglesia en contra de las mujeres no deben ser indiferentes del contexto de la misógina cultura grecorromana en la que vivían. Sería injusto evaluar el legado judeocristiano sin otorgar consideración alguna al importante contexto histórico.

De hecho, un entendimiento apropiado del contexto histórico judeocristiano es también crucial para entender la importancia de las contribuciones del Islam a la historia mundial y a la civilización humana. La tradición judeocristiana había sido influenciada y formada por los ambientes, las condiciones y las culturas en las que había existido.

Para S. VII, D. C., esta influencia había distorsionado más allá del reconocimiento el mensaje divino original revelado a Moisés y Jesús. El pobre estatus de las mujeres en el mundo judeocristiano al S. VII es un buen ejemplo. Por lo tanto, existía una gran necesidad de un nuevo mensaje divino que oriente nuevamente a la humanidad hacia el camino correcto. El Corán describe la misión del nuevo Mensajero como una liberación de la pesada carga que había estado sobre judíos y cristianos:

“A quienes sigan al Enviado, al Profeta de los gentiles, a quien ven mencionado en sus textos: en la Torá y en el Evangelio, que les ordena lo que está bien y les prohíbe lo que está mal, les declara lícitas las cosas buenas e ilícitas las impuras, y les libera de sus cargas y de las cadenas que sobre ellos pesaban.” (7: 157)

Por lo tanto, el Islam no debe ser visto como una tradición rival al judaísmo o al cristianismo. Tiene que ser contemplado como la consumación, el término, y la perfección de los mensajes divinos que habían sido revelados antes de él.

El final de este estudio, me gustaría ofrecer el siguiente consejo para la comunidad musulmana global. Muchas musulmanas han tenido negados sus derechos islámicos básicos por mucho tiempo. Los errores del pasado tienen que ser corregidos. Hacerlo no es un favor, es un deber que incumbe a todos los musulmanes.

La comunidad mundial musulmana tiene que emitir un acta de los derechos de las mujeres musulmanas basada en las instrucciones del Corán y las enseñanzas del Profeta del Islam. Esta acta debe dar a las musulmanas todos los derechos otorgados por su Creador. Entonces, se tienen que desarrollar todos los medios para asegurar la implementación apropiada del acta.

Esta acta es largamente debida, pero es mejor tarde que nunca. Si los musulmanes del mundo no garantizan todos los derechos islámicos de sus madres, esposas, hermanas e hijas, ¿quién más lo hará?

Además debemos tener el coraje de enfrentar nuestro pasado y rechazar por completo las tradiciones y costumbres de nuestros antepasados cada vez que contravengan los preceptos del Islam.

¿No critica acaso duramente el Corán a los árabes paganos por seguir ciegamente las tradiciones de sus ancestros?

Por otro lado, tenemos que desarrollar una actitud crítica hacia lo que sea que recibamos de Occidente o cualquier otra cultura. La interacción y el aprendizaje de las demás culturas es una experiencia invaluable.

El Corán ha considerado de manera sucinta esta interacción como uno de los propósitos de la creación: “¡Hombres! Os hemos creado de un varón y de una hembra, y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros.” (49: 13). Demás está decir que la imitación ciega de los demás es una señal segura de la gran falta de autoestima.

Estas palabras finales están dedicadas a los lectores no musulmanes, judíos o cristianos. Es desconcertante que la religión que había revolucionado el estatus de las mujeres esté siendo señalada y denigrada como demasiado represiva para las mujeres. Esta percepción acerca del Islam es uno de los mitos más difundidos de nuestro mundo actual. Este mito está siendo perpetuado por una incesante lluvia de libros, artículos, imágenes y películas de Hollywood sensacionalistas.

El resultado inevitable de estas imágenes engañosas ha sido la total confusión y el temor de todo lo relacionado con el Islam. Este retrato negativo del Islam en el mundo mediático  tiene que terminar si vamos a vivir en un mundo libre de todo rastro de discriminación, prejuicio y malos entendidos. Los no musulmanes tienen que darse cuenta de la existencia de la amplia brecha entre las creencias y las prácticas  musulmanas y el simple hecho que las acciones de los musulmanes no necesariamente representan al Islam.

Etiquetar de “islámico” al estatus de las mujeres en el actual mundo musulmán  está tan alejado de la verdad como etiquetar a la posición de las mujeres en Occidente como “judeocristiana”. Con este entendimiento en mente, los musulmanes y no musulmanes tienen que iniciar un proceso de comunicación y diálogo para quitar toda concepción errónea, sospecha y temor. Un futuro pacífico para la familia humana necesita de ese diálogo.

El Islam debe ser visto como una religión que había mejorado de gran forma el estatus de las mujeres y les había otorgado muchos derechos que el mundo moderno sólo reconoció en el S. XX. El islam aún tiene mucho que ofrecer a la mujer de hoy: dignidad, respeto, y protección en todos los aspectos y todas las etapas de su vida, desde el nacimiento hasta la muerte, además del reconocimiento, el equilibrio y los medios para satisfacer todas sus necesidades espirituales, intelectuales, físicas y emocionales.

No es de sorprender que la mayoría de los que eligen convertirse en musulmanes en un país como Gran Bretaña sean mujeres. En los EEUU, las mujeres que se convierten al Islam superan a los hombres convertido por 4 a 1 [The Times, 18 de noviembre de 1993].

El Islam tiene mucho que ofrecer a nuestro mundo, que se halla necesitado de guía y liderazgo moral. El embajador Herman Eilts, en un testimonio frente al comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos, el 24 de junio de 1985, dijo:

“La comunidad musulmana del globo hoy está cercana al billón. Es un número impresionante. Pero lo que para mí es igualmente impresionante es que el Islam hoy es la religión monoteísta que más rápidamente crece. Esto es algo que debemos tener en cuenta. Hay algo bueno en el Islam. Está atrayendo a mucha gente.”

Sí, hay algo bueno en el Islam y es tiempo de averiguarlo. Espero que este estudio sea un paso en esa dirección.

 

Traducido por Fabiana Ríos, para UMMA, de:

http://www.imamreza.net/eng/imamreza.php?id=2553

 

 

 

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